Tres fueron los golpes que resonaron en la portada gótica de la iglesia de San Miguel, al igual que tres fueron también los toques del tararú que anunciaron la traición de Judas. La procesión del Prendimiento, que alberga la representación de la captura de Jesús en el Huerto de los Olivos, recorrió ayer las arterias capitalinas como lo lleva haciendo, con el beneplácito de la climatología, desde hace casi 40 años.
Las nubes y las tímidas gotas que se dejaron ver por el día mantuvieron a los fieles en alerta hasta el último momento, aunque el dorado sol de la tarde se encargó de disipar las dudas sobre la posible suspensión de la que era la única procesión del Martes Santo. A las 20 horas, salió de la capilla de Jesús Nazareno la talla de La traición de Judas (Carlos Guerra del Moral, 2005), obra que este año cumple dos décadas desde su creación.
Una comitiva de hermanos de Nuestro Padre Jesús Nazareno y Nuestra Madre la Virgen de la Amargura -y los hermanos nazarenos de Baltanás-, organizadora del desfile procesional junto a la Archicofradía de Nuestro Padre Jesús de Medinaceli, portó la imagen hasta los aledaños de San Miguel, donde un gran numeroso grupo de fieles arropó uno de los actos con mayor significación de la Semana Santa capitalina.
Tras la lectura del Evangelio que narró el pasaje del prendimiento, en el que el Hijo de Dios es traicionado por su discípulo a cambio de 30 monedas de plata, el gallardete procedió a dar un primer golpe seco en la puerta del templo. Acto seguido, se produjo el primer toque del tararú, repitiéndose esta sucesión de sonidos hasta en tres ocasiones. El número tiene a su vez un sentido simbólico, ya que tres fueron las traiciones de Judas (a Cristo, al beso y a la amistad), al igual que también lo fueron las negaciones de Pedro a Jesús.
Como suele ser habitual, la representación de este momento cuenta con un significado personal para el cofrade que, al abrigo del anonimato, se encarga de dar los tres golpes de gallardete.
Concluida esta escena, los portones de San Miguel se abrieron de par en par para dar salida a la segunda talla de la procesión, la del Cristo de Medinaceli (autor anónimo, siglo XVII). Escoltada la imagen por los hermanos de la Archicofradía de la que es titular, la emoción fue en aumento a medida que esta se dejaba entrever por la puerta de los Santillos. Las miradas de los numerosos presentes delataban su sentimiento ante este momento. No era para menos, ya que el pasado año la imagen no pudo procesionar a causa de la lluvia y se mantuvo en el interior de San Miguel, si bien la climatología quiso ayer que el recorrido se completara.
Al salir la talla, los dos pasos procesionales coincidieron a las puertas del templo. Fue en ese momento cuando en los pies del Cristo de Medinaceli se depositaron los grilletes, los clavos y la corona de espinas, símbolos todos ellos de la Pasión que el Hijo de Dios vivirá en los días posteriores. Esta parte de la procesión estuvo engalanada sonoramente por la Banda Municipal de Música, que interpretó el himno de Jesús de Medinaceli.
A continuación, el desfile procesional continuó por las arterias del centro en dirección hacia San Pablo, con una comitiva musical compuesta por las bandas de cornetas y tambores de los Nazarenos y del Santísimo Cristo de la Misericordia, así como de la burgalesa Agrupación Musical de la Cofradía del Santísimo Sacramento y Jesús con la Cruz a Cuestas.
El recorrido contó con una parada en la iglesia de San Agustín, donde fieles y cofrades saludaron a la Virgen de la Piedad. El encuentro con la talla mariana estuvo impregnado de significado, pues es la primera Pasión que esta imagen religiosa vive después de la coronación litúrgica que tuvo lugar el mes de septiembre en la catedral, cuando el obispo emérito de la localidad boliviana de Tarija, Javier del Río Sendino, impuso la aureola durante la celebración.
Tras la parada, la comitiva religiosa continuó su camino hacia la capilla de los Nazarenos, donde tuvo lugar la despedida de la talla La traición de Judas, acto que puso punto y final a la procesión. Una vez concluida esta y con buena parte de la f´ria noche entrada, los hermanos de Jesús de Medinaceli trasladaron a su talla titular a su casa, la parroquia de San Miguel. Allí, elCristo es venerado durante todo el año por los palentinos, especialmente en el primer viernes de marzo, con motivo del beso en el cordón.