Cuando en marzo de 2020 se decretó el estado de alarma y llegó el confinamiento, miles de empresas se vieron forzadas a adoptar el teletrabajo como la herramienta para continuar con su actividad. Casi dos años después, en muchos casos parece que el teletrabajo no vino para quedarse ya que un gran porcentaje de personas que ejercía sus labores desde casa ya no lo hace.
En Paredes de Nava esa realidad afecta de distintas formas a los vecinos y a la llamada población flotante. Ana Gutiérrez, natural del pueblo y técnica del Proyecto Arraigo desde abril de 2021, tiene la posibilidad de teletrabajar y la ejerce cada día desde entonces en el espacio de coworking El Canal. «Podría hacerlo desde casa, pero tener un espacio así es genial», reconoce a DP. «Estoy muy cómoda y vengo a diario porque es mucho más productivo», añade.
Ana Gutiérrez, de 55 años, se dedica a recibir a las personas que quieren acercarse al pueblo, hace con ellas una visita y las pone en contacto con propietarios de viviendas y empleadores. Una labor que puede hacer desde su pueblo y en un edificio «situado en un enclave privilegiado y céntrico». «Aquí se está muy bien y la relación con las personas que han ido pasando es muy buena. El espacio da muchas posibilidades para trabajar de esta forma y espero que se consolide porque es algo que puede dar mucha vida a los pueblos», subraya.
Enrique Antolín es un joven de 35 años que ejerce como orientador laboral en el CDR(Centro de Desarrollo Rural)de Carrión de los Condes, una entidad que lucha por el bienestar social de la comunidad rural. «No tenemos oficina aquí y cada martes y jueves paso toda la mañana en el centro de teletrabajo con la orientación sociolaboral, una labor que implica intermediar con empresas, desarrollar itinerarios para luchar contra la despoblación y trabajar habilidades sociales y competencias profesionales», explica.
El joven utiliza la oficina para preparar el programa, que incluye también formación y acompañamiento durante la búsqueda de empleo y la inserción. Durante 2021 y lo que va de 2022, ha trabajado con más de 30 personas de distintas edades y varias de ellas también están interesadas en el teletrabajo, una opción pujante en el medio rural para desarrollar proyectos de vida.
Flor Copello llegó hace casi ocho meses con su marido y sus dos hijos de ocho y diez años desde Argentina. Concretamente, desde Santa Fe, una ciudad de 500.000 habitantes. Allí regentan un centro de día para personas con discapacidad intelectual que la tecnología y el teletrabajo les permite seguir gestionando desde Paredes. A raíz de la pandemia, «las prioridades cambian y nos replanteamos la calidad de vida que queríamos para nuestros hijos», explica Copello, y se interesaron por opciones que pasaban por la emigración.
Paredes fue el lugar elegido para su nueva vida. Y es que llegaron a España con la idea de emprender y crear aquí su propio centro de día para mayores. El municipio palentino tenía disponible un edificio rehabilitado y, con la ayuda del Ayuntamiento, lo pondrán en marcha previsiblemente el próximo 1 de marzo. «El Ayuntamiento entendió que la gente viene a invertir y la licitación estuvo acorde a nuestro presupuesto», apunta Copello. Su familia, además, tiene el objetivo de adquirir una vivienda en propiedad.
Flor Copello, de 36 años y psicóloga de profesión, sigue pasando consulta a pacientes argentinos vía telemática gracias al espacio de teletrabajo. «Internet funciona perfectamente, es gratuito y atrae a muchas personas. Muchos vienen de vacaciones y las estiran, y otros se quedan con la idea», señala.
Del pueblo destaca su tranquilidad, la cobertura de todos los servicios básicos -sanidad, transporte, educación y comercio- y el hecho de que sus hijos se hayan adaptado rápido a una vida con nuevos amigos. «No nos cuesta hablar y dedicarle tiempo a los vecinos para que nos conozcan y la gran mayoría están contentos con gente nueva. El balance que hacemos es muy positivo», concluye.