Vox rompe con el PP

Pilar Cernuda
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El giro político de los de Abascal sorprende incluso dentro de su formación, que ve los resultados electorales de las europeas, con la irrupción de Alvise, y el freno de Le Pen en Francia como una amenaza a su ideario

El presidente derechista compareció el pasado jueves sin preguntas tras una reunión de urgencia de la directiva - Foto: Europa Press

Vox saca pecho presentando su ruptura de los gobiernos de coalición con el PP como una censura en toda regla a las políticas de un Núñez Feijóo que, según Santiago Abascal, le baila el agua a Pedro Sánchez. El presidente de Vox, en su comparecencia sin preguntas, hizo una descripción del Ejecutivo de Sánchez que probablemente coincidirían con la de gran parte de españoles. El problema es que por mucho que Abascal se empeñe en querer demostrar lo contrario, Feijóo no es Sánchez, no es colaborador necesario de las políticas del socialista, ni aprueba sus políticas sobre inmigración. Las escasas ocasiones en las que ha apoyado al presidente de Gobierno ha sido en cuestiones de Estado o, como ocurre ahora, por solidaridad con los menores inmigrantes. 

El discurso de Santiago Abascal, casi idéntico al que pronunció ante el comité de dirección, según uno de los asistentes, fue similar al que defiende Marine Le Pen con un punto en el que debían centrarse todas las políticas: la inmigración. Motivo de todos los males de Francia, sobre todo la delincuencia y la decadencia de las políticas sociales por el coste de ofrecer servicios básicos a los inmigrantes.

No hubo voces discrepantes en la reunión de la dirección, aunque la tardanza en comparecer Abascal -más de hora y media de retraso- hizo pensar que encontró reticencias. Sí se produjeron silencios porque en Vox no se discute al líder. Meses atrás, quienes no compartían sus criterios, sus decisiones, sus doctrinas, se han ido. 

Los gobiernos de coalición han funcionado con normalidad entre los dos partidos, incluso con buena relación entre los consejeros de PP y Vox, excepto en Castilla y León. El vicepresidente de esta región, Juan García Gallardo, de Vox, no quiso asumir ninguna consejería, se conformaba con la Vicepresidencia, y desde el primer momento tanto sus compañeros del PP, como también los de su propia formación advirtieron su desgana para tomar decisiones. Sin ninguna responsabilidad concreta, se dedicó a preparar polémicas intervenciones parlamentarias que crearon tensiones, las únicas de cierta entidad en los gobiernos de coalición. Gallardo ha sido de los primeros altos cargos de Vox que anunciaba que abandonaba el Gabinete. Por el contrario, el único consejero de Vox en Extremadura, declaraba su disposición a continuar. Desde el anuncio de Abascal, el goteo de cargos de Vox de segundo nivel que pedían mantenerse en sus puestos ha sido constante.

Sin duda, en unos casos porque de no continuar se quedaban sin trabajo o sin un trabajo de relevancia, pero también los hay por compromiso con la ciudadanía. Para los de Abascal no es buena noticia que parte de su gente haya pedido continuar, porque se trata de un partido en el que son escasas las personas con experiencia de gobierno, no es ningún secreto que han tenido dificultades para completar listas por falta de personas con una mínima entidad.

La sombra gala

La crisis entre los dos partidos se inició con tintes preocupantes tras el resultado de las elecciones francesas, cuando Agrupación Nacional, el partido de Marine Le Pen que todos los sondeos daban como ganador en la segunda vuelta después de haber arrasado en la primera, aunque sin la seguridad de que alcanzarla mayoría absoluta que le permitiría gobernar, quedó en tercera posición, por detrás de la izquierda y del partido de Macron.

En Vox empezaron a inquietarse, porque ellos mismos tuvieron peor resultado del esperado en las europeas por la aparición del partido Se Acabó La Fiesta, creado por un controvertido personaje, Alvise Pérez, que se movía en el espacio de la extrema derecha, sin más soporte que las redes sociales. Logró los votos de centenares de miles de votantes -gran parte de ellos procedentes de Vox- con noticias que le llevaron a tener problemas con la Justicia por su insistencia en los bulos, la mentira, las injurias y campañas contra personajes, partidos y organismos que, sabía, eran carne de cañón para llamar la atención e incrementar su número de seguidores. Alvise consiguió tres eurodiputados y, en buena parte, consiguió, sin saberlo, sentar las bases para la ruptura entre populares y derechistas en las regiones.

Los nervios invadieron la sede de la calle Bambú, y los estrategas de Vox llegaron a la conclusión de que gobernar de la mano del Partido Popular les estaba perjudicando. Iniciaron así una campaña de ataques a la formación y al propio Feijóo acusándoles de apoyar las leyes más controvertidas del Gobierno y hacer el juego a Pedro Sánchez. Retomaron el lema de la derechita cobarde y de presentar al líder de Génova como un dirigente sin empuje. De ahí pasaron a plantear públicamente la posibilidad de romper las coaliciones regionales si el PP aceptaba el cupo de 347 menas (menores extranjeros no acompañados), en esos gobiernos.

Canarias, Ceuta y Melilla sufren este año, más que nunca, una llegada masiva de cayucos con miles de inmigrantes ilegales. El Gobierno central pidió un esfuerzo de solidaridad a los autonómicos, y el PP dio un paso adelante, lo que indignó a Vox que contraponía la decisión de Cataluña, que se negó a admitir a los menores. Tras una reunión sobre el problema migratorio celebrada en Tenerife, los de Feijóo se responsabilizaron de que sus autonomías atendieran entre 15 y 30 menas. Vox lo consideró inaceptable y advirtió de que la ruptura sería inminente.

Todo ello sin contactar la dirección de Bambú con sus dirigentes autonómicos, todo se coció en la sede nacional. Los que gobernaban no tuvieron más noticias que las que les llegaba a través de los medios de comunicación y, el miércoles pasado, el anuncio de que Santiago Abascal se reuniría esa tarde con los vicepresidentes del partido para acordar la ruptura fue un auténtico shock. Muchos de ellos incluso reconocían abiertamente el desacuerdo con la dirección nacional. 

Desde Valladolid, explicaban que a Castilla y León les habían adjudicado 21 menores… a repartir entre nueve provincias. Un dato muy gráfico que explica la incomodidad de personas de Vox, o cercanas, que trabajan, o trabajaban, en los equipos de las coaliciones. 

Mientras tanto, en Génova 13, cuanto más amenazaba Vox con la ruptura, más claro era el mensaje que se transmitía: no aceptaban amenazas ni chantajes. Alberto Núñez Feijóo llegó a decir que él no era como Pedro Sánchez, que se sometía al chantaje de los independentistas catalanes. 

Tiempo de dudas

El futuro no está claro. Los cercanos a Abascal creen que han dado un golpe de desafío para que Vox resurja de una situación profundamente incómoda, porque después de tocar con los dedos los resultados del PP, desde que Feijóo se hizo cargo del partido está en declive y ha perdido, además, a algunos de sus mejores activos. 

 Vox no ara el PP es bueno porque no despega de Vox y hace menos creíbles las acusaciones del sanchismo de que su partido complementa a Vox y forma parte de la  ultraderecha. En cuanto a los ejecutivos regionales, hasta ahora de  coalición...  serán más inestables, pero sus presidentes saben que está lejano el riesgo de que Vox apoye mociones del PSOE para desalojar al PP.  Si lo hacen,  Vox se extinguirá y el PP se dispararía en votos.