Caminando entre necrópolis

Rubén Abad
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Peregrinando por el Viejo Camino. De Aguilar a Salinas, a la vera del Pisuerga

Caminando entre necrópolis

Dejamos atrás Aguilar de Campoo, seguimos nuestra marcha al amparo de las aguas embalsadas del Pisuerga y ante la atenta mirada de la espectacular espadaña de la iglesia de Santa María la Real. Hemos constatado que en Aguilar prácticamente todo el mundo ha oído hablar del Camino Olvidado.
Y lo más importante es ver cómo se va adquiriendo conciencia de la importancia que tiene mantener vivo el paso del Camino de Santiago por estas tierras. Sin duda el trabajo de las asociaciones, involucradas en la promoción del Camino, va dando sus frutos. 

Vamos al encuentro de Corvio, no podemos dejar pasar la ocasión de visitar su necrópolis. Una vez en el pueblo, acceder es sencillo: hay que seguir dirección Matalbaniega y, en la intersección, coger el camino que da acceso al antiguo fosal, las vistas que nos ofrece este ligero altozano son espectaculares.
En un par de kilómetros nos plantamos en Quintanillina, o lo que queda de ella. Este pueblo tuvo iglesia de buena factura, cuanto menos así nos lo cuenta Javier, vecino de Corvio, al que encontramos afanado en el cultivo de su huerto. También tuvo un buen monasterio, llamado de San Vicente, «del que quedan algunos restos e incluso necrópolis, maltratada por la espesa vegetación», explica.

El Camino se abre paso bajo los dominios de Matamorisca. La iglesia de San Juan Bautista es imponente, la divisamos nada más acercarnos. Se asienta sobre un ligero altozano, solitaria y altiva, otea el poniente desde su atalaya, como buena precursora de la época en la que el románico yace… y nace el primer trazo gótico. 
A intramuros vemos plasmada la huella del maestro de San Felices, pintor que prodigó su talento por tierras palentinas allá por el siglo XV. El maestro aplicaba un curioso y tardío estilo románico, en plena época de vigencia del gótico. El templo nos muestra sus paredes decoradas con espectaculares frescos para contemplación del peregrino del siglo XXI.

En el horizonte divisamos la torre de la iglesia de San Pelayo, que anuncia nuestra llegada a Salinas de Pisuerga. Esta parroquia presenta vitola de cierto goticismo, aunque algo tardío. Nos llama la atención la torre campanario, presta su base a modo de atrio para dar cobijo al pórtico principal, de estilo renacentista. Sobre él se aloja la estatua de San Pelayo, santo a quien los lugareños veneran. 
El interior es una auténtica joya arquitectónica. Destacan los retablos, una pila bautismal, que rinde pleitesía al románico, y una cruz procesional del siglo XVII atribuida a Antonio Gil. No podemos abandonar Salinas sin acercarnos hasta lo que fue la antigua aldea de Quintana Hernando. 

Un camino nos ofrece buen acceso, cruzado el puente medieval, dejando a un lado la carretera a Barrio de Santa María. En este tranquilo lugar, admiramos el único vestigio vivo de lo que fue una próspera aldea: la ermita de Nuestra Señora de Quintana Hernando, templo de bella factura que nos recuerda el importante legado románico que ofrecen estas tierras de Palencia, a pesar de sus múltiples remodelaciones, que a la vera de la cabecera del embalse de Aguilar luce portentosa ante tanta y tan variada naturaleza autóctona.