Óscar Miguel Ares (Valladolid, 1972), es arquitecto y profesor en la ETS de Arquitectura de Valladolid. Desde 2012 ejerce su labor profesional junto a la arquitecta Bárbara Arranz, bajo la marca Contextos de Arquitectura y Urbanismo, con proyectos comprometidos con la revitalización de la España despoblada y un enfoque sostenible. Sus obras, entre las que destacan las Piscinas Municipales en Castromonte y el Centro de Mayores en Aldeamayor, se integran con el entorno y el patrimonio local, haciendo una buena transición entre el campo y la ciudad, la tradición y la actualidad, empleando materiales sencillos y técnicas de la zona que generan una arquitectura equilibrada, amable y tranquila.
El parque de los Jardinillos, resultado de un concurso de ideas convocado por el Ayuntamiento en 2018, es un ejemplo de ello. Previo a la intervención, el parque estaba en un grave estado de degradación, muy fragmentado -sufrió numerosas intervenciones parciales y desafortunadas- y aislado de la ciudad, y con un mantenimiento deficiente. La propuesta de rehabilitación resuelve estos problemas mediante la creación de un sistema de plazas concatenadas que conectan la estación de tren, la de autobús y una zona de skate con el resto de la ciudad. Un proyecto integrador que usa el granito como único material de pavimentación, logrando el cosido de estos espacios y dando continuidad al conjunto, siendo el mismo granito el que emerge y conforma los elementos de mobiliario.
Donde antes el parque suponía una barrera visual y arquitectónica, Ares propone una actuación permeable y accesible que permite una conexión más atractiva y despejada con la ciudad, al devolver todo el terreno a cota cero. Esta decisión ayuda además a lograr una flexibilidad en el uso del espacio público, pudiendo adaptarse a actividades espontáneas y variadas -mercadillos, actividades deportivas, ferias- y fomentando la apropiación del lugar por parte del usuario.
En la reconfiguración de los espacios públicos, actualmente hay dos tendencias muy marcadas que van de la mano: una es la búsqueda de la limpieza, es decir, de espacios abiertos, lisos, fáciles de mantener y de controlar, sin recovecos. La otra es abogar por diseños sencillos y neutros que maximicen las posibilidades de uso; plazas multifuncionales e indefinidas que puedan dar soporte a diferentes fines. Entendiendo el espacio público como un reflejo de la sociedad del momento, este interés por la flexibilidad espacial y el manejo de la incertidumbre muestra una sociedad en constante movimiento y transformación - una sociedad, en palabras del sociólogo Zygmunt Bauman, líquida.
Esto es, en cierto modo, positivo, ya que garantiza una mayor continuidad visual, seguridad y versatilidad en el uso de nuestros parques y plazas. Sin embargo, también se añora cierta complejidad que antes el parque tenía: espacios que jueguen con la topografía, más divertidos, con más capas y escondites. Además, los espacios flexibles necesitan la implicación tanto de la administración como de los ciudadanos para ser dinámicos. Requieren programación si queremos evitar que se conviertan en lugares de paso, homogéneos, muy útiles y adaptables, pero en los que no ocurre nada.
"El espacio colectivo se mantiene en constante construcción mediante un proceso que se produce como una parte de la gran obra que es la ciudad, entendida ésta como un proyecto en el tiempo". (Miguel Guitart)
* Patricia Fraile es arquitecta. Instagram: @patriciafrailegarrido