«Mi proceso de creación se desarrolla lejos del folio»

Pablo Torres
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Abraham Gragera es uno de los doce poetas de las XV Jornadas de Poesía Ciudad de Palencia, que dan hoy su pistoletazo de salida. Hasta el viernes, se celebrarán en el Ateneo lecturas, recitales, conversaciones y debates en torno al arte de la palabra

Abraham Gragera - Foto: Abraham Gragera

Abraham Gragera (Madrid, 1973) es una de las referencias de la poesía en el panorama nacional. Licenciado en Bellas Artes por la Universidad de Salamanca, fue director junto a Juan Carlos Reche de la revista de poesía Años diez

Participar en encuentros como las Jornadas de Poesía Ciudad de Palencia debe de ser enriquecedor, pero, ¿qué repercusión tiene en un autor como usted compartir evento con tantos poetas diferentes?
A mí me gusta compartir y aprender. Creo que ambas cosas son consustanciales al oficio de poeta. La poesía, pese a los tópicos románticos de la torre de marfil, es un arte que surge de la comunidad y que apela a ella. 

Hölderlin, un poeta al que admiro especialmente y a quien frecuento con asiduidad, lo dijo mejor: Mucho ha experimentado el ser humano, a muchos dioses ha nombrado, desde que somos una conversación y podemos oír unos de otros.

Ya que menciona a Hölderlin, la poeta María Isabel Cuena lo nombró en una entrevista de Diario Palentino como recomendación
Es un poeta inmenso, el primero que detectó y asumió la pérdida de la dimensión sagrada del mundo, de la naturaleza, del ser humano, y que concibió la poesía como una vía para restaurar lo perdido sin renunciar a la conciencia de dicha pérdida. Esa doble naturaleza, esa tensión, acabó trastornándolo. Creo que su obra tiene mucho que decirnos sobre nuestra situación actual y sobre el poder de la poesía para reconciliarnos, un poco al menos, con la grandeza de nuestra pequeñez.

Dentro de todo lo que puede aportar, ¿qué destacaría?
Una experiencia como esta siempre aporta ideas nuevas, dudas nuevas, maneras nuevas de desidentificarse, de cuestionar la imagen que uno se ha hecho de sí mismo.

¿Diría que ese proceso de «autocuestionamiento» favorece la creatividad a la hora de escribir?
No sé si la favorece o, más bien, la ahoga, porque cuestionarse a uno mismo continuamente genera un excesivo prurito de exactitud, de perfeccionismo, una falta absoluta de autoindulgencia. Pero si uno es paciente y le pone un poco de sentido del humor, puede transformar todo eso en un juego de niños y volver a mirar la vida como ellos la miran. Y merece la pena. 

De cara a los ciudadanos, ¿cómo promueve este tipo de citas el acercamiento de este género?
Estos encuentros contribuyen, sin duda, a erosionar las barreras artificiales que cierta concepción elitista de la poesía ha erigido entre ella y el ciudadano de a pie.

¿Cuáles son esas barreras?
Mucha gente opina que no merece la pena perder el tiempo leyendo poesía porque es muy difícil, porque no se entiende y demás. Yo creo que escuchar los poemas es fundamental para acceder a ellos sin prejuicios. Aprender a escucharlos dentro de ti mismo mientras los lees o te los  leen. 

Yo siempre espero ,y a veces lo veo, que algunos de los asistentes a este tipo de citas literarias, algunos de esos escépticos de la poesía, la escuchen, la descubran dentro de sí mismos y se conviertan, como se dice ahora, en seguidores. 

¿Qué intenciones cree que conviven en esas élites de la poesía que menciona para establecer dichas barreras?
No se trata de élites versus fenómenos de masas, sino de prejuicios arraigados en nosotros. En nuestra forma de percibir la realidad y de vivir luchando todo el tiempo para no aceptar que somos incapaces, por nosotros mismos, de comprender nuestra propia experiencia, la de vivir, la de estar en el mundo, con nuestros semejantes y con las demás criaturas, y la de morir. 

En el cartel hay jóvenes promesas del arte de la palabra como Rosa Berbel o María Isabel Cuena. ¿Cómo ve la creación poética de las nuevas generaciones?
La veo con admiración y gratitud. Hay, por fortuna, muchas voces brillantes entre los poetas jóvenes, de las que aprendo mucho.

El auge de las redes sociales también ha llegado a este género. ¿Qué opinión tiene al respecto?
¿Y por qué no iban a llegar las redes a este arte? Las redes son herramientas para la difusión. Otra cosa es que se confundan con el arte. Tener miles de seguidores no es una garantía de calidad ni de excelencia. No tenerlos, tampoco.

Hay autores que son varios poetas en uno. En su caso, ¿quiénes se encuentran dentro de usted?
Francamente, no lo sé. Parafraseando a Whitman, todos contenemos multitudes.

¿Y en quién se inspira?
Para escribir, en cualquier cosa que me descubra cómo se ve la vida cuando uno ha aceptado que es incapaz por sí mismo de comprender su propia experiencia.

¿Qué autor recomendaría a alguien para iniciarse en la poesía?
Le recomendaría, por un lado, la poesía popular escrita en su lengua materna: el cancionero, los romances, las letrillas flamencas, etc. Por otro, poetas, también en su lengua materna, que conciben el lenguaje como algo vivo, irracional, alejado de sus usos instrumentales. Vallejo, por ejemplo.

Su primer poemario, Adiós a la época de los grandes caracteres, cumplirá en 2025 veinte años. ¿Tiene algo pensado para conmemorar esa efeméride?
A mí no me gusta brindar conmigo mismo.

¿Cómo es su proceso de creación, desde que se enfrenta al folio en blanco hasta que termina de escribir un poema?
Mi proceso de creación se desarrolla lejos del folio en blanco, en conversaciones, contemplaciones, lecturas y un sinfín de notas, versos cogidos al vuelo que, poco a poco, van configurando un pequeño mapa, una cosmovisión. 

Es entonces cuando me pongo delante del folio y trato de hacer lo que haría cualquier artesano que se precie: honrar el oficio.