Si hablamos de la localidad palentina de Aguilar de Campoo, al primer golpe de vista es fácil asociarla a la industria galletera; hasta el punto de poder referirnos a ella como el paradigma casi de la industria galletera española, con marcas comerciales tan señeras o tan distinguidas en este ámbito a lo largo del tiempo como Gullón o Fontaneda. 
Pero que aún hay más porque, según cuentan las crónicas del lugar, hubo un tiempo en el que en la población se asentaron hasta cinco empresas galleteras; a saber: Galletas Gullón, Fontaneda, Ruvil, Fontibre y Tefe. Lo que nos habla, sin duda, de la importancia capital de Aguilar como referente en la industria galletera.
Bien, pues amparándose en esa relevancia internacional de Aguilar como referente inequívoco en el mundo de esta industria alimentaria de transformación, su ayuntamiento va a llevar a cabo durante los próximos 18 y 19 de julio el I Congreso sobre la Historia de las Harinas y las Galletas.
Un aspecto este, el industrial, ligado a la producción galletera, poniéndole en relación con la realidad histórica, económica y social de la localidad e incluso de la comarca, que puede que nunca se haya abordado en su conjunto a la hora de hacer estudios de la localidad. Como sí se ha hecho, por ejemplo, en los aspectos histórico y de patrimonio cultural y paisajístico.
Así que todo un acierto para Aguilar el que vaya a celebrarse este Congreso, para poner mucho más en valor a la localidad y su comarca, con repercusión incluso en la vecina Cantabria; remarcando la extraordinaria importancia de esta industria galletera.
Porque, qué duda cabe que esta actividad económica en torno al mundo de las galletas ha marcado la vida de sus habitantes, transformando el aspecto urbanístico de la villa y hasta el pensamiento de sus habitantes, que siempre habrán visto su desarrollo unido indefectiblemente al de la industria galletera.
Algo de todo eso, será, a buen seguro, lo que se tratará de exaltar en este Primer Congreso sobre la Historia de las Harinas y las Galletas.
Y es que es primordial que Aguilar siga oliendo a galleta y, sobre todo, cuando te adentras en sus calles.