Las cuevas o minas de yeso de Hornillos de Cerrato estuvieron activas desde 1914 a 1988. La explotación llegó a contar con 45 trabajadores y una producción de hasta 150 toneladas al día. Estamos muy cerca de los hornos donde se cocía el yeso. Hemos visto las yeseras desde lejos, cuando nos dirigíamos a otras localidades y, hoy, por fin, cerca de los restos de su castillo, hemos conocido este lugar donde ahora se habla de prepararlo para uso turístico, junto a los Bienes considerados Patrimonio Histórico, como su iglesia de San Miguel, del siglo XIII; la ermita de Nuestra Señora de Belvis y el Castillo de los Enríquez del siglo XVI. Este castillo, que cambió de mano en numerosas ocasiones, fue testigo de la revuelta de los Enríquez contra el rey Juan II y Álvaro de Luna y del paso de la reina de Castilla, Juana la Loca. En 1949 fue declarado Monumento Histórico-Artístico.
Yo animo a las autoridades de este pueblo y de los pueblos cercanos a que sigan adelante con el proyecto de la Construcción de un Centro de Interpretación con visitas a las minas. Las cuevas, los túneles, la tirolina y el entorno paisajístico que es ya un regalo para la vista. La Asociación Hispania Nostra las ha incluido en la Lista Roja del Patrimonio, pero entiendo que hay motivos y ganas para recuperarlo.
El viaje por el Cerrato concluye en Quintana del Puente, cuya repoblación se suscita hacia el siglo X con una excelente ubicación en el Camino Real de Burgos. Un paseo por el pueblo y una visita al puente que lleva su nombre, que data de 1549, en tiempos de Carlos I, aunque se terminó en época de Felipe II, hacia 1562. Aquel trabajo les fue encomendado a los maestros canteros Hernández Gómez del Río. Intervino en su peritación el maestro de cantería burgalés Juan de Vallejo (arquitecto del cimborrio de la catedral de Burgos) y concluyó el puente Pedro de Celaya (maestro cantero vizcaíno enterrado en la iglesia de Quintana del Puente).
Impresionados por aquel «bicho» de 18 ojos, decidimos celebrar aquel encuentro, probando el lechazo asado de la «Vasca». Inmejorable. Un manjar de dioses para despedir esta tercera incursión por el Cerrato.