Estar de guardia en Homicidios de cualquier demarcarción policial significa comerse un marrón. Fijo. Si es en ciudades como Madrid o Barcelona, más aún. Detrás de una llamada de teléfono puede haber cualquier cosa, o cualquier caso. Solo en 2019 fueron asesinadas en España 332 personas. Evidentemente, muchos de los casos no trascienden y las pertinentes investigaciones tampoco se hacen públicas, pero hay ocasiones en que se convierten en tragedias que pasan a formar parte de la memoria colectiva.
Casos como el de Thiago, el asesino en serie que mató a cuatro mendigos en Barcelona durante el confinamiento y que fue detenido «gracias a un trabajo excepcional de los Mossos»; el crimen de Chella (Valencia), en el que una chica de 15 años que fue violada y asesinada en un ambiente tan cerrado como el de un pueblo pequeño donde todos se conocen, y el crimen de Antonio Navarro, planeado por María Jesús Moreno, Maje, su esposa y ejecutado por uno de sus amantes, son tres de los asesinatos que han quedado en la memoria del periodista Manuel Marlasca, reportero con 30 años de experiencia y especializado en crónica negra.
Luis Rendueles, experto igualmente en temas negros aporta otros tres casos míticos en la historia del crimen nacional. El asesinato de la peregrina Denise Thiem cuando hacía el Camino de Santiago en Castrillo de los Polvozares (cerca de Astorga) a manos de Miguel Ángel Muñoz, «un fracasado en todo que se fue a vivir como un ermitaño a una finca familiar y allí empezó a atacar a peregrinas del Camino. Actuaba como un guerrillero, no usaba móvil, se movía en bicicleta, aprovechó una noche de luna llena para vestirse de negro y trasladar el cadáver… Su único momento de gloria fue tras matar a Denise y convertirse en un personaje», recuerda.
Otro más. Sergio Morate. Mató a su ex novia Marina y a la amiga de esta, Laura, en Cuenca. Huyó y se escondió en Rumanía. «De este caso, me llama la atención la vanidad y la frivolidad del asesino. Cuando llega a Cuenca detenido, ve a un policía que conocía del gimnasio y le dice: ‘Has arrestado a alguien famoso. He venido en el avión de los ministros’. También le dice a otro agente: ‘Si las entierro bien, no me pilláis ni de coña’».
Un tercero. José Bretón. Acabó con la vida de sus dos hijos en Córdoba. «Tenía fijación con dos personajes de Jack Nicholson, el de la película El Resplandor (así se llamó la operación policial) y el de Mejor Imposible. Una termina mal, matando a su familia, la otra termina bien. Bretón eligió El Resplandor. En la cárcel fue capaz de hacer una supuesta huelga de hambre (realmente engordó) porque no le dejaban leer el As y el Marca ni ver los partidos del Real Madrid».
Estos son solo unas pinceladas a seis de los 13 casos que ambos periodistas recogen y relatan en Territorio negro. Crímenes reales del siglo XXI (Planeta), un bestiario de asesinatos que conmociona y que hace pensar en si existirá el crimen perfecto. Marlasca lo tiene claro. «No existe el crimen perfecto, solo los que no pueden resolverse», explica en una entrevista. «Eso no significa que sean obra de asesinos superdotados ni brillantes al estilo Hannibal Lecter en El silencio de los corderos. Pueden convertirse en crímenes perfectos por fallos en las investigaciones, errores humanos, burocracia… La mayoría de los asesinos son mediocres, no son refinados ni elegantes, no tienen glamour», agrega Rendueles.
Sin entrar en detalles, los crímenes más difíciles de resolver son los que no tienen un motivo, los cometidos por desconocidos. Siempre muy cinematógrafico, Rendueles cree que «sigue estando vigente aquello de Patricia Highsmith y Hitchcock en Extraños en un tren. La inmensa mayoría de crímenes los cometen personas cercanas a las víctimas o que las conocen o que las han visto o deseado. Cuando se trata de un asesinato a un desconocido, siempre es más difícil de resolver». Coindicen también aquí aunque no están cara a cara ambos expertos en crónica negra. «El único crimen perfecto es el crimen del loco, el crimen sin historia, el de alguien que mata sin motivo y sin relación con su víctima. Y esos muchas veces se resuelven, como los del asesino en serie de Barcelona que contamos en el libro», relata Manuel Marlasca.
Lo que no ha cambiado en este recorrido por la maldad humana son los móviles. Del caso del niño César Juanatey al del concejal muerto en Llanes Javier Ardines pasando por el de Maritza Osorrio, Elisa Consuegra y Pepe Castillo -degolladas ellas y muerto a golpes él en un bufete de abogados posteriormente incendiado-, todos los casos que se recogen tienen detrás la ambición, el poder, el dinero, el sexo, los celos y el pragmatismo.
«Los móviles son los mismos que en el siglo XX y me temo que son los mismos que en Atapuerca y serán los mismos si algún día se coloniza Marte. Hay algunas excepciones de personas que han llegado a matar por aburrimiento o para ser famosos o ver qué se sentía, pero se trata de psicópatas y son una minoría absoluta», especifica Rendueles.
Nuevos métodos
Lo que sí han cambiado son las formas de matar y, sobre todo, de investigar esos sucesos. Hay nuevas herramientas. Por ejemplo, está cayendo el número de mujeres envenenadoras, algo clásico en la España del pasado siglo. Y no es que ya no guste como método, es que hay un mayor control sobre esos productos letales.
Para Marlasca «uno mata con lo que tiene a mano o con lo que puede». Pero sí ha habido novedades y son las que han traído las nuevas tecnologías, que sirven de aliadas a los malos, pero también a quienes los persiguen.
«Las redes sociales se utilizan muchas veces como cebo para atraer a víctimas, como el caso de la asesina de Badoo, que ofrecía sexo rápido a hombres maduros. Ese gancho sigue funcionando», explica Rendueles. En el otro lado estaría que ya no hay investigación sin seguimiento de antenas o sin videograbaciones. «Los secretos son cada vez más difíciles de esconder».
A esto se suma que las Fuerzas de Seguridad nada tienen que envidiar a los CSI de la ficción. Luis Rendueles explica que «pueden hacer hablar a un cadáver y a la escena del crimen en general» y pone como ejemplo a la unidad canina K9, «hay verdaderos fenómenos como lo era Marley. Detectan restos de sangre o semen incluso años después de un crimen».
Otro cambio temporal es que los homicidios siguen siendo cosa de hombres en su inmensa mayoría, pero las mujeres se están incorporando al mundo del crimen a los dos lados. En el bueno, cada vez hay más mujeres policías y guardias civiles. «Hace 30 años no había ni cuartos de baño para mujeres en la Guardia Civil y los primeros uniformes eran con bolso y tacones...» , recuerda Rendueles. En el lado malo, ellas cometían a finales del siglo pasado el cinco por ciento de los asesinatos. Ahora, según los datos de Interior ya cometen el 10 por ciento. Siguen siendo una inmensa minoría, pero se han incorporado al mundo criminal como lo están haciendo al resto de actividades profesionales humanas.
Y es que miren a los lados... porque según la experiencia de estos dos expertos en crónica negra cualquiera puede ser un asesino potencial. Solo hay que cruzar la línea.