En el puzzle catalán resultante de las elecciones del domingo hay evidencias, la primera, impactante y que rompe con décadas de foto fija, es que el separatismo no suma, ha perdido la peana. No le da ninguna aritmética, ni siquiera metiendo en el potaje además de a la extremista CUP y la ultra-racista Alianza a los restos podemitas. Ni con esas.
El separatismo iba a la baja. Ya lo dijeron las urnas de las generales. Y con mucha claridad. Se pegaron un buen estacazo. Pero la ansiedad, la egolatría y la ambición de Sánchez lo convirtió en su triunfo y en hacerlos los dueños del corral. Ahora su Illa ha ganado, pero los necesita también si quiere gobernar. Y él también para seguir en Moncloa, pero ahí la cosa se complica aún mas. Porque si allí le vale con uno, el más vapuleado, ERC que se ha quedado en cueros electorales, en Madrid le hacen falta dos. Porque necesita a los de Puigdemont y el prófugo cobardón que no se atrevió a cruzar la frontera cuando en realidad no le podía pasar nada excepto un ida y vuelta a comisaria y juzgado y a la calle otra vez con una citación de que tiene usted que volver por aquí que le tenemos que juzgar pero ya por poco y después por nada.
Y a Puchi, aunque haya demostrado ser el "caganet" del belen, la cosa de la covacha y sacar los hígados y hasta la última gota de dignidad, se le da muy bien. Así que la cosa, aunque el sanchismo cante victoria y la puede cantar, aunque con cuidadín, en Barcelona, puede que la rosa se le vuelva cardo y espinoso por Madrid.
El gran derrotado es, sin paliativos, ERC, los del Aragonés allí y los de rufián acá. Y quienes peor lo tienen. Si, hasta pueden gobernar con el PSC y Comu-Podem. Pero esa puede ser su tumba final y volver a la irrelevancia de donde salieron un día, que no es tan lejano, cuando sacaban en las urnas lo que ahora saca la CUP. La cuadratura del círculo podría ser una: un tripartito, pero no el que están pensando sino gobernar en Cataluña los tres, Illa, Puigdemont y Junqueras. O cuatripartito y que se apunte también la Colau.
Todo esto es lo que se hablaba en las mesas televisivas electorales y se hablará por meses en todas las tertulias. Pero algo se está escapando en el análisis. Algo que nadie parece querer ver y que es, sin embargo muy importante. Porque es lo que ha votado la gente también. Se hablara mucho de la verdadera y esplendorosa resurrección del PP, que ha quintuplicado sus diputados, de 3 a 15, ha llegado al 11% y hasta a ser el partido más votado en todo un distrito de la capital, el de Sarria-San Gervasio. Vox por su parte, aunque superada por ellos ha aguantado muy bien, con los mismos escaños y hasta con algunos votos más. Ciudadanos ha quedado definitivamente enterrado allá donde nació. Allá donde hasta ganó unas elecciones pero ni siquiera supo defender aquella victoria porque le era insuficiente para gobernar. Feijoo tiene buenas razones para estar contento y Abascal para estar aliviado.
Porque desde el domingo resulta que hay en el Parlamento catalán otra mayoría, otra que emerge con contundencia de la gente, del pueblo soberano que se decía cuando antes. Aunque allí formara en bloques muy diferentes y ni siquiera se tendrá, no se tuvo en la noche electoral, en cuenta para nada. Los politólogos de guardia solo se fijan en una, y lo hacen porque el socialismo sanchista está amorrado y amarrado al separatismo y lo va a seguir estando. Le llaman tripartito de izquierdas y, es cierto a día de hoy, aunque el resultado de Lérida sigue estando en el alambre, la más viable. Pero por haberla hay otra. La silenciosa o, mejor, la invisible, pero que ahí está, hay otra más. La invisible.
La suma de PP y Vox da 26 escaños y roza los 600.000 votos y sumados a los 42 socialistas y casi 900.000 sufragios suponen una mayoría absoluta escaños y población, aunque se ponga a EnComu-Podem en la otra orilla, donde por cierto está. Es algo muy relevante, quizás lo que más. Una mayoría que hace no mucho se hubiera llamado constitucional pero ya en los cabildos políticos no puede llamarse así. Pero ¿y en el sentimiento de la gente que ha votado?. Eso, y es algo muy importante, brotó este domingo pasado de manera para muchos impensables. Eso sí que no lo vio encuesta alguna. Ni las de las 20 horas del día de la votación. Y se seguirá invisibilizando, porque hay un enorme interés en que eso quede a oscuras y no se miente siquiera. Porque lo que aflora es que para muchos, para la mayoría de catalanes, Cataluña es España. Y lo sienten así.