Nico Williams, 'padre' con 21 años, y Lamine Yamal, 'hijo' de 16, han desarrollado una estrecha relación de amistad en la selección española. Son dos de las sensaciones de la Eurocopa 2024. Los jugadores por los que apostó Luis de la Fuente para aumentar la verticalidad de la Roja. Ajenos a la presión brillan, bailan juntos en la celebración y se hacen virales por jugarse a piedra, papel o tijera quién bebe agua primero tras el esfuerzo.
«Seguir bailando juntos, hijos», escribió Fermín López al cruce de comentarios de Nico y Lamine en publicaciones en redes sociales. En portugués, como referencia a Brasil por la canción que bailan en la concentración y que trasladaron al césped del Colonia Arena tras brillar ante Georgia. «Jogamos muito, filho» (Jugamos mucho, hijo), escribió el del Athletic.
Acababan de dinamitar los octavos de final sin sentir el peso de la responsabilidad que debería palpar cualquier futbolista ante la presión del favoritismo y en la obligación de remontar un partido que se torció por un golpe de mala suerte. Nico exhibió el poderío de los grandes jugadores del mundo. Ese que tanto se elogia a estrellas como Kylian Mbappé en un gol que bien pudo firmar el francés.
Determinante en carrera, se deshizo con un recorte al defensa que le salió al paso y marcó con un golpeo perfecto en la definición, arriba, donde jamás podía llegar el portero que más brilló en el torneo, Mamardashvili.
Yamal, que destrozó cualquier registro de precocidad en la historia del campeonato, disputó su primer duelo al todo o nada sin cansarse de intentar acciones de desequilibrio, asociándose al que quiso lanzarle paredes, marcando un nuevo registro, el jugador que más regates completó, hasta 11, y disparos realizó en un partido. Le faltó el gol para encumbrar una actuación impropia de un chico que ha aprobado cuarto de la ESO a distancia desde Alemania.
Puesta en escena
Ese descaro de ambos sobre el campo, sin importar la dimensión del partido ni el nombre del rival, es la puesta en escena de lo que se respira dentro. Siempre sonriendo, bromistas, vacilones. Desde su primer día, Nico 'apadrinó' a Lamine. El comportamiento que siempre tuvo su hermano de sangre, Iñaki Williams, compañeros de aventuras en el Athletic, piezas claves para el regreso al éxito de un bloque que conquistó la Copa del Rey 40 años después, lo plasma el pequeño en otro vestuario donde ejerce de 'hermano mayor'.
Son la alegría de las largas horas fuera de los terrenos de juego y el gimnasio de los entrenamientos en una concentración que cumple un mes. Claves en la unión en la convivencia, en el ambiente familiar que se respira dentro. «Si eso les permite estar alegres y desarrollar su mejor fútbol, bienvenido», aseguró un futbolista que es el extremo opuesto en la forma de entender su profesión, Rodri.
Porque la pareja Nico-Lamine compite por todo, se pican en la 'Play', bromean, hacen bailes para Tik-Tok y se complementan a la perfección. Convierten en juego hasta hidratarse tras el esfuerzo. Fue la imagen que dio la vuelta al mundo en los octavos de final. Se jugaron a piedra, papel o tijera la botella de agua. Ganó Nico y estiró al máximo el momento, gastó más líquido del necesario para picar a Yamal, que soportó estoicamente como perdedor de la apuesta.
«Esta semana me va a tener que aguantar porque él no ha metido», señaló el del Athletic en la zona mixta, adelantando lo que ocurrirá estos días. «Va a estar un poco pesado, ya le he dicho que no empiece. Estoy muy contento por él y porque haya marcado», respondió Yamal.
Ni medirse a la anfitriona el viernes rebajará un ápice el descaro de dos futbolistas convertidos en gran sensación de la Eurocopa. Son los nuevos referentes de una España que se ilusiona al ritmo de los bailes, los regates y las sonrisas de 'padre' e 'hijo'. Nico y Lamine, la nueva ilusión.