Los partidos pequeños. Ese es el problema. Se acaba de manifestar la crisis de Sumar, que desde que nació, restó. Podemos, impotente. Y el variado muestrario de pequeñas formaciones se va agotando con cada temporada. ¿Qué fue de Soria Ya, Teruel Existe, Más Madrid,.....? Delicuescentes. Gestores de restos. Marginales. El modelo no funciona. Hubo una época en que las formaciones del bipartidismo tenían dentro de sí sensibilidades diversas. Izquierda Socialista apretaba los liderazgos del PSOE haciendo sonar bocinas de contrapoder. El PP disponía de un motor de varias velocidades desde la derecha. Incluso Izquierda Unida presentaba crominancia de variedades de rojo. El culto al líder, de un lado, y el marketing fatuo, de otro, han demolido la disidencia. La IA (inteligencia auténtica) sustituido por la nueva IA (inteligencia artificial). El artificio. En la canción de Milanés, el verso era «eternamente Yolanda», pero en la política nacional la montaña parió un ratón. Venía advirtiendo Feijóo, buen conocedor del personaje, que Yolanda nunca ganó en Galicia ni al julepe, pero el prototipo que se creó tenía pinta de poder funcionar. Sólo para quienes entiendan la política como una estética. Pero la praxis ya es más difícil. Sería la última caída de otras muchas precedentes y quizá la primera de la temporada por venir. Véase Alvise, cuya duración será tan efímera como las demás. Quizá vaya siendo hora de extraer una moraleja. Los partidos, instrumentos de gestión de ingentes cantidades de dinero público, tienen que ser menos y más profundos. Perseguir propósitos factibles y no entelequias meramente enunciativas. Y sobre todo problemas reales, no invenciones. Cualquiera que quiera acertar con un producto nuevo tiene que hacer una prospectiva de mercado para conocer las necesidades reales. Porque luego vienen las sorpresas. Las realidades, las sociedades, son complejas. Las ideas simples llevan simplemente al fracaso. Demasiados petardazos como para que el de Yolanda no sea el último.