Afable donde los haya, cercano, dicharachero y con mucha vitalidad, fruto de lo mucho que le dio un deporte como el atletismo, al que amaba desde que era adolescente. Entonces pudo practicarlo poco en el campo a través, ya que, avatares del destino, tuvo que ganarse el sustento siete años en Alemania. De esta forma puede definirse a Mariano Calvo Arija, que nació un 28 de octubre de 1950 y vivió en la calle Juan de Austria del entonces segundo barrio, en las viviendas que años después dieron lugar a lo que es hoy el centro comercial Las Huertas, en la avenida de Madrid. Estudió Primaria en el cercano colegio que llamaban El Pombo, actual sede de Aspanis, «entre un balón con el que nos liábamos a patadas, algún patinete que cambiaba de manos y un aro y un palo para rodarlo, ya que no había otra cosa», indica.
Cuando tenía once años su familia se trasladó de residencia junto a la pasarela de Villalobón y tres años después al barrio del Ave María. «Forma parte de mi vida porque en él llevo desde los 14 años. En esa época estuve con los hermanos de La Salle Valladolid para realizar la oficialía en Formación Profesional de montador-instalador electricista en el primer y segundo curso. Al tercero lo dejé porque estaba claro que no me iban mucho los estudios. Allí fui campeón provincial de cross con 15 años y jugué también al baloncesto, aunque en este deporte no éramos buenos», detalla.
Pero como había que ganarse el pan en años duros en la década de los 60 y apenas estrenada la mayoría de edad, el extranjero, especialmente Alemania, era un clavo al que agarrarse para hacer unos ahorros y contar luego una vida mejor al regresar. «Teníamos unos amigos allí y primero la llamaron a mi novia Francisca, pero al poco tiempo me ofrecieron trabajo a mí y decidimos que yo fuera antes y ella llegó a los dos meses. Estuve fabricando segmentos y válvulas para coches y la vida en Alemania fue muy complicada al principio porque no teníamos ni casa, ni nada. Luego nos dieron un piso de la fábrica, la situación cambió a mejor, nos casamos y nació allí el primero de nuestros dos hijos, Mariano. A los siete años, con el bebé de uno, nos vinimos a España con unos pocos ahorros para empezar una nueva vida en el paseo del Otero, 4, en el que negocié el precio del alquiler para nosotros y otras cuatro familias con la dueña del bloque de cinco viviendas. Fui vicepresidente de la comunidad vecinal varios años, pusimos el ascensor y la casa quedó muy bien», recuerda.
AVE MARÍA Y PUENTECILLAS. Ya cerca de la treintena, Mariano conoció en el barrio a la gente que llevaba el CD Ave María de fútbol y decidieron poner en marcha una sección de atletismo. «Con Marta Ferrer, que fue campeona provincial de campo a través, y Conchi Paredes, que primero hizo cross y luego fue campeona de España de triple salto, hicimos un buen equipo y nos llamaban para competir de lugares como Sonseca (Toledo) o Madrid. En esa etapa entrené a Alfredo de los Mozos, atleta con discapacidad que compitió en Checoslovaquia en una prueba larga de 30 kilómetros, que ganó con la mejor marca mundial. Más adelante llegó Almudena Recio, que logró ser campeona de España cadete y junior en marcha atlética, junto a Vanessa Saldaña, campeona de España absoluta de lanzamiento de peso. Luego llegó la fusión con el Club de Atletismo Puentecillas, al que estuve vinculado cuatro años más», expone.
"El atletismo le debe todo a Mariano Haro; merece más honores" - Foto: Sara MuniosgurenEl atletismo siguió siendo importante en su vida y nació el Club Mariano Haro, en el que entrenó junto a Miguel Díez y Santiago de la Parte. «Mariano Haro nos proporcionó ropa y de todo para competir, apoyando para que este deporte fuera grande con gente destacada. Tuve más que amistad con él, me invitaba a su casa y pasaba largos ratos allí enseñándome sus trofeos y manteniendo charlas de atletismo. Yo le vi correr estando en Alemania y rozar el bronce al quedar cuarto en los 10.000 metros en las Olimpiadas de Münich en 1.972. Casi me muero de alegría y fue uno de los mejores recuerdos que guardo. A Mariano Haro lo conocí mucho, era un buen tipo y el atletismo se lo debe todo a nivel nacional y provincial. Creo que no ha tenido los honores suficientes que merecía ni en vida ni luego», enfatiza sin poder evitar emocionarse tras el fallecimiento del León de Becerril hace unos meses, concreta.
Ya siendo presidente de la Federación Provincial de Atletismo quiso con un grupo de gente que Palencia contara con un gran club y surgió el Palencia Atletismo Caja España mediados los año 90 con el patrocinio de la entidad bancaria. «Pusimos a la que fuera gran atleta Angelines Rodríguez de presidenta y de entrenadores estábamos Mariano Díez, Santiago de la Parte y yo», destaca.
El siguiente paso lo dio como presidente de la Federación Provincial de Atletismo, en la que estuvo más de 15 años, y también tuvo cargos directivos ocho años en la Territorial de Castilla y León, optando sin suerte a la presidencia con una candidatura en una ocasión, ya que perdió por muy pocos votos de diferencia. «En aquella época teníamos un montón de campeones de España y a atletas olímpicas como Conchi Paredes, Angelines Rodríguez, Ana Isabel Alonso y más adelante Marta Domínguez. Esta última me ayudó mucho siempre en todo lo que la solicité y le estoy muy agradecido. Además de en la federación, siempre estuve entrenando no solo atletas, sino preparando sin cobrar nada a mucha gente como guardias civiles, bomberos e, incluso, al que fue fiscal jefe de la Audiencia de Palencia y de Castilla y León, Manuel Martín Granizo. Viajé mucho y disfruté de este deporte al máximo, sufragando mis gastos salvo en la etapa de Caja España, en la que sí percibimos dinero por entrenar y los resultados deportivos, así como de la Federación Territorial en competiciones. A día de hoy muchos atletas me siguen parando por la calle y mantengo contacto con la mayoría de los que entrené o coincidieron conmigo en la etapa federativa», señala no exento de orgullo.
ALBAÑIL Y AGENTE DE LA ORA. Al margen del atletismo, la vida laboral de Mariano Calvo, tras sus inicios en Alemania, fue intensa y variada hasta su retirada. «Al llegar del extranjero fui albañil, ya que mi tío, a su vez mi padrino, lo era y trabajé con él tres años. De ahí me fui a la fábrica de suero lácteo Dauro, en la que estuve once años y fui delegado de personal. La empresa cerró y me dieron un buen dinero que me vino bien para comprar el piso. Luego estuve dos años en el paro y en esa etapa salió una plaza en el Campo de La Juventud para mantenimiento. Allí permanecí tres años hasta que llevó a cabo el Ayuntamiento la concesión de la Orden Reguladora del Aparcamiento (ORA). Fui el primero que entré después de que nos presentáramos 600 personas y nos seleccionaran solamente a ocho. Recuerdo que el examen nos lo hicieron en el hotel Castilla Vieja. Conocía a mucha gente en la ciudad y si veía que alguien aparcaba sin ticket y estaba en un comercio pasaba por él varias veces, para que me viera el dueño del vehículo. La gente siempre fue muy amable conmigo y yo con ellos. El trabajo, el que estuve 20 años, era llevadero y cómodo por la cercanía con la gente, pero lo que menos me gustaba era denunciar y, si podía, lo trataba de evitar. Todos los trabajos en los que he estado han sido distintos y en todos ellos me he encontrado a gusto», espeta con una sonrisa de complicidad.
"El atletismo le debe todo a Mariano Haro; merece más honores"En el debe de su dilatada vida profesional y deportiva vinculado al atletismo, Mariano Calvo lamenta no haber estado más junto a su mujer, Francisca, y sus dos hijos,Mariano, nacido en Alemania, hoy con 53 años y actual presidente del Club de Atletismo Saborea Cuatro Cantones, y el pequeño Javier, de 46 años. «La verdad es que tuve poco tiempo para mis hijos y debí estar más con ellos, ya que Francisca asumió todo el peso de su educación y el de las tareas de la casa, además de dedicarse varios años a la limpieza del colegio Tello Téllez», apunta.
Ya jubilado y desvinculado del atletismo, a Mariano Calvo le sobrevino la enfermedad, venciendo a un cáncer de vejiga ya superado tras su extirpación y, ahora, luchando contra un parkinson traicionero y esporádico que le obliga a usar bastón. «En la consulta me dijeron que tenía un tumor pequeñín pero que era muy malo y había que quitarlo. Tras ocho horas en el quirófano lo extirparon, me hicieron un puente y colocaron una bolsa y ya está. Me encuentro bien, tranquilo y sin rastro del cáncer en todas las pruebas que me van realizando. Ahora me ha salido otra cosa, algo de Parkinson, pero no va mal y solo de vez en cuando la mano me tiembla un poquito», asevera.
Nueve años después de jubilarse, este amante del atletismo se ha dedicado a estar con sus nietos e hijos de Mariano, su primogénito. «Daniel, de 22 años, y Marta, de 18, son mi debilidad aunque soy un abuelo ya un poco chungo», dice con sorna en alusión a sus achaques. No obstante y, sin actividad física como reconoce, disfruta con su mujer Francisca del buen yantar y recorre muchos kilómetros, especialmente por Castilla y León para comer en lugares que destacan por su gastronomía.
«Hay que intentar estar cómodo en la vida y disfrutarla. Tengo unos nietos e hijos maravillosos y una mujer preciosa. Ella es de Santa Cecilia del Alcor y contamos allí con un merendero al que vamos habitualmente. Y cuando puedo y es época para ello, salgo a coger setas durante horas por la zona», finaliza.