En escasas horas, Salvador Illa anunció su disposición a gobernar con Junts, buscando un modelo "transversal". Al poco, Junts dijo que no tenía la menos intención de hacerlo, y el jefe Puigdemont aclaró desde Francia, donde tiene su cuartel general -no sea que le detenga Llarena- que se olvide Illa de gobernar en comandita y que él, como presidente futuro de la Generalitat, elegiría con quien gobernar.
Salió de nuevo Illa a decir que no tenía intención de gobernar con Junts, como si los catalanes hubieran olvidado, ya que había afirmado lo contrario veinticuatro horas antes. Lo malo se pega, y el candidato socialista sigue las pautas de comportamiento del jefe de filas Pedro Sánchez, que se está volcando en Cataluña porque después del malhadado episodio en el que amagó con dimitir, necesita, como sea, un éxito … y recuperar credibilidad.
No queda ahí la historia. En el debate de los candidatos a la Generalitat, con ausencia de Puigdemont -recordemos, si pisa suelo español será detenido- el todavía presidente de la Generalitat, Pere Aragonés, de ERC, el socio más incondicional que tiene Sánchez en el Congreso, anunció que su partido no se plantea gobernar con Illa. Y después salió la CUP para decir que nada de gobierno transversal, que hay que ir a por un gobierno independentista.
Los catalanes saben perfectamente que en campaña electoral los candidatos dicen lo que conviene para captar al mayor número de votantes, pero el jaleo es monumental. Los independentistas alardeando del No a Illa aunque son los principales soportes de Sánchez y reciben a cambio buenos dineros e iniciativas relacionadas con su situación judicial; pero también los independentistas están peleados entre sí, y la CUP ha defendido la creación de un gobierno de ellos con Junts y ERC, mientras que Abascal y Feijóo se lanzan dardos que no favorecen a uno ni a otro, no solo por convicción sino porque sus adversarios de izquierda y del independentismo están a la que salta para insistir en la idea de que votar PP es votar Vox.
Hace una semana, los sondeos afirmaban que estaba claro que Illa sería el presidente; ahora, que podría ser el surgido de un acuerdo entre Junts y ERC, y la conclusión es que todo está muy abierto.
Excepto que aún queda por ver si la noche electoral, Sánchez es capaz de pegar un telefonazo a Puigdemont y le ofrezca una coalición. Aunque Puigdemont asegura que solo llegaría a un acuerdo con Sánchez si él mismo es el president de la Generalitat.
No vale decir que es una locura, que eso no va a ocurrir, que jamás llegaría a un acuerdo con un prófugo de la justicia. Habría que verlo.
Sabe Sánchez además que los suyos defenderían cualquier idea que proponga, cualquiera. Diga lo que diga Sánchez, por disparatado que sea, por contrario que sea a lo que siempre han defendido, sus seguidores dirán amén. Como en una secta.