Enterramientos

Fernando Pastor
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En Antigüedad se enterraba en silos, colocando el cadáver sentado, y en Tabanera de Cerrato ponían sal junto a los difuntos.

Enterramientos

Antiguamente, los enterramientos se hacían en el interior de la iglesia, o en cementerios anejos a la misma. De hecho junto a las iglesias y los templos han aparecido huesos en muchas ocasiones. 

En Tabanera de Cerrato, al hacer obras en la iglesia aparecieron piezas de vajilla usadas para poner sal junto a los cadáveres allí enterrados, dado que existía la creencia de que la sal retrasaba la descomposición de los cuerpos.

Aunque con el tiempo, por motivos de salud pública, se obligó a que los cementerios estuvieran alejados del casco urbano, el antiguo emplazamiento de los campo santos junto a las iglesias hace que aún hoy sea frecuente nombrar como 'el cementerio' a aquellas zonas que rodean a las iglesias, pese que hace años que no es tal. Ello dio lugar a una curiosa anécdota. Llegaron a Castrillo Tejeriego varios turistas procedentes de Guadalajara, compraron bocadillos y preguntaron dónde podrían sentarse tranquilamente a comerlos. La respuesta que obtuvieron fue «en el cementerio». Y ante su exclamación de cómo iban a ir a comer al cementerio les aclararon que en pueblo se llama así al espacio con bancos para sentarse que hay alrededor de la iglesia, donde en tiempos se ubicaba el cementerio. De hecho, es frecuente escuchar «vamos al cementerio a sentarnos un rato al sol».

EnterramientosEnterramientosEl trayecto de la comitiva fúnebre desde la casa del difunto se hacía con frecuencia a pie, y a veces llevando el féretro a hombros o en andas. Ello dio lugar a que en Villamuriel se le diera el nombre de calle de los Muertos a la vía que une la iglesia con el cementerio, por donde discurría la comitiva.

En Guzmán iban todos los niños en fila con el maestro. Y en Esguevillas de Esgueva, los niños que eran monaguillos ese día salían antes de la escuela para ir al entierro portando cirios.

En Antigüedad, algunas personas eran enterradas en silos, colocando el cadáver sentado.

EnterramientosEnterramientosEn algunos pueblos, si el difunto era un niño sin bautizar o una persona fallecida por suicidio, no se oficiaba funeral y se les enterraba en una zona marginal del cementerio. En general, a las personas a las que se achacaba un comportamiento no acorde con los cánones morales imperantes les enterraban fuera del recinto para que estuvieran a la intemperie y les cayera el agua en señal de castigo.

En Espinosa de Cerrato había un cementerio civil para los no católicos, término que incluía a quienes habían mantenido un estilo de vida considerado alejado de la moral católica. En él se enterró también el cuerpo de hombre que incluso pertenecía a una cofradía, pero que había discutido con el sacerdote de la localidad. 

En otras localidades la distinción del enterramiento era clasista: a los adinerados se les sepultaba en la zona soleada del cementerio y a los menos afortunados en aquellas más sombría.

En Torquemada, también enterraban separados a las personas que se consideraba de conducta no cristiana. Así, por ejemplo, al señor Eulogio no le enterraron en el cementerio sino en un corralillo desangelado porque vivía con una mujer sin estar casados, y tuvieron que hacer el hoyo sus hijos. No estaban casados porque la iglesia no les casaba, ya que había había contraído matrimonio antes con otra mujer.

Algo similar ocurría en Espinosa de Cerrato, pues hubo un tiempo en que a quien en vida no asistía asiduamente a la iglesia, tras su muerte no era enterrado dignamente: tenían que encargarse del enterramiento físicamente los propios familiares, o no les proporcionaban ataúd y tenían que recibir sepultura envueltos en una manta, etc. 

Las condiciones de los cementerios a veces eran muy precarias. En Cevico Navero estaba situado junto a un arroyo y cuando llovía mucho se inundaba, dándose el caso de que algún féretro quedara flotando.

En Castronuevo de Esgueva, los mozos del pueblo o los familiares del fallecido eran los encargados de excavar el hoyo para el enterramiento, y lo hacían muy profundo (unos tres metros).

El libro de visitas de Castrillo Tejeriego refleja que entre los años 1550 y 1800 los obispos y vicarios, cuando visitaban la localidad, daban órdenes prohibiendo la asistencia de mujeres a los entierros «porque lloran y dan grandes voces».

En Royuela de Río Franco, no dejaban acudir al entierro a las esposas ni a las madres de los difuntos para evitar escenas de mucho dolor. Esa misma razón hizo que un hombre fallecido en un accidente fuese enterrado esa misma noche, a la luz de antorchas, pese a que la norma exigía enterrar de día y habiendo transcurrido al menos 24 horas desde el fallecimiento.

Al no poder acudir al entierro de su deudo, se quedaban en el balcón y al pasar la comitiva fúnebre sollozaban y gritaban frases al fallecido. Comentan los vecinos de Royuela que cuando murió un joven músico introdujeron su flauta en el ataúd, y su madre desde el balcón exclamó «adiós, hijo mío, que te llevan con la flauta entre las piernas», provocando la risa de los presentes. Igual ocurrió en el entierro de un hombre fallecido en otro accidente en el que perdió la ropa: su viuda desde el balcón exclamó «adiós, que me dejas con tres hijos y has quedado con los zapatos por un lado y los calzoncillos por otro».

En Dueñas, algunas personas llevaban a la tumba de sus deudos alfalfa en vez de ramos de flores.

Y en Villaconancio, el cementerio está alejado del pueblo, en un alto al que se llega por un camino de greda sin asfaltar, por lo que cuando llueve se forma un barrizal. Y pasó que alguna vez  el coche fúnebre patinaba y se deslizaba hacia atrás por la pendiente, lo que motivaba que los asistentes al entierro tuvieran que empujar al vehículo para que avanzara en vez de retroceder.