Como escribe Dionisio Cañas (Una patria llamada soledad), la Biblia dice que Dios no podía permitir que Adán estuviera solo y por eso creó a Eva. También si observamos diversas teorías sobre la evolución muchos coinciden en que nuestra capacidad de socializar está en la base de nuestra victoria sobre otros primates, sobre todo los neandertales, quienes siendo más fuertes fueron vencidos por los cromañones por su capacidad de asociación. Somos un ser social. Necesitamos a los otros para vivir, y a veces sobrevivir, como hemos observado en la DANA. Decenas de miles de ciudadanos de toda España sintieron el deseo de ir a ayudar a sus semejantes.
La sociedad y la comunicación nos marcan. Sin embargo, la complejidad de este primate que ha accedido a una sabiduría única, a un desarrollo de la inteligencia muy superior, lleva muchas veces a la contradicción. En la esencia del conocimiento siempre está la síntesis de una contradicción, decía Hegel.
Sartre, en A puerta cerrada pone en boca de Garcín esta frase «El infierno son los demás». Esta afirmación pesimista la podemos comprobar en el mundo, cuando la maldad sale triunfante. También en que muchas personas no encuentran en los otros una comunión espiritual o incluso satisfactoria. Demasiado ego como vapor adormecedor o aburrido. El materialismo social devorando bellos principios humanos. La competitividad raja los visillos de la amistad y ahora, con las redes sociales, el exhibicionismo se ha convertido en modelo. Si además imperan viejas ideologías en las que abundan la mentira y la mala fe a veces concibe uno la soledad como deseada, intentando protegerse del mundo.
Pero debemos pensar, como decía Husserl, que en las cosas hay encanto y horror, y en esta dicotomía no debe ganar lo segundo llevándonos al retiro, porque nada de lo humano no es ajeno.
Amo la soledad, porque en ella hay una libertad profunda que me encanta. Pero solo la amo cuando la deseo y soy como el animal que, cansado de laborar o guerrear, se retira a una cueva en la que pensar en lo que hace. Si la soledad es impuesta porque los demás obvian mi ser, soy profundamente infeliz. Así le ocurre a mucha gente desde diversas perspectivas sentimentales, laborales, sociales... etc. En esta sociedad tan comunicada hay demasiada gente que vive una impuesta soledad.