El número «38», muy normalito, muy del montón, tiene un significado amargo para el forofo futbolero: se acabó. Adiós a la Liga, a las rutinas, al vaivén de viernes a lunes con epicentro en sábado y domingo, a largas sesiones de sofá y radio, a mil cábalas que siempre concluyen de la misma forma: «El ganador de la Liga siempre se lo merece», a lo cuñado, el que te recuerda que los torneos cortos (incluyendo Champions y Mundiales) han tenido campeones inmerecidos que un par de días tuvieron un golpe de fortuna y, tachán, grabaron su nombre en el palmarés. La Liga: no la aprecias hasta se termina. 
Ahora nos centraremos en Wembley y en cuándo firma Mbappé y también Flick y a ver por dónde salen los grandes y sus fichajes y en menos que canta un gallo arranca la Eurocopa y los Juegos a renglón seguido y de repente ya estaremos a mediados de agosto, donde nos encontraremos de nuevo el número «1», especial, hermoso, el del estreno, la primera jornada… 
Lo 'curioso' de las despedidas y las bienvenidas en que, tratándose del mismo producto, una Liga, las sensaciones que hoy tenemos nada tienen que ver con las que tendremos en 80 días. Hoy es nostalgia. Pena. Cuánto te voy a echar de menos. En Madrid lloraron a Kroos con justicia y merecido reconocimiento, como en Pamplona a Arrasate, en Getafe a Mata y, en general, en cada campo de España a pequeños grandes héroes que ya no jugarán la próxima Liga. Ese día, el 16 de agosto, estaremos expectantes, risueños, con unas ganas enormes de conocer a los nuevos y obligándonos a olvidar todo lo anterior. El secreto del fútbol radica en que es fácilmente olvidable… hasta que la pelota no vuele de lado a lado del Bernabéu con la velocidad y precisión que lleva haciéndolo 10 años.