Sembrando el futuro en Palencia

Jesús García-Prieto / ICAL
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El Programa Cultiva forma a jóvenes agricultores en explotaciones innovadoras como la de Jesús Revilla en la localidad palentina de Autilla del Pino

Sembrando el futuro en Palencia - Foto: Brágimo (ICAL)

En un mundo cada vez más urbanizado y tecnológico, el trabajo en el campo sigue siendo un pilar esencial para la sociedad. En Autilla del Pino, una pequeña localidad de Palencia, se ha dado el pistoletazo de salida a una iniciativa que pone en el centro a los jóvenes agricultores, esos profesionales que, con ilusión y esfuerzo, están llamados a garantizar la continuidad del sector primario. Jesús Revilla, un agricultor experimentado y propietario de una explotación agrícola de más de 400 hectáreas, ha abierto las puertas de su finca para compartir su conocimiento con estos jóvenes ávidos de aprender, pero también de compartir sus propios conocimientos. 

Desde hace unos días, la Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos (COAG) dio inicio a una de las 23 estancias formativas del Programa Cultiva en Castilla y León, eligiendo la explotación 4.0 de Revilla, dedicada al cultivo de cereales de secano y lavanda, como escenario para esta experiencia. Este programa, financiado por el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, busca ofrecer formación práctica a quienes aspiran a desarrollarse en el sector agrario, y Revilla, un veterano del plan, se ha convertido en una figura clave en esta iniciativa. 

La explotación de Jesús Revilla no es una finca cualquiera. Con una superficie que supera las 400 hectáreas, esta explotación combina la tradición agrícola con la tecnología más avanzada. "La explotación 4.0 significa que tenemos Isobus, GPS y está todo industrializado, con mapeo y digitalizado", explica Revilla. Esta agricultura de precisión, que optimiza recursos y reduce costes, es uno de los atractivos que despierta el interés de los jóvenes participantes. 

Revilla no es nuevo en el Programa Cultiva. "Llevo tres años formando parte de este plan. Ahora tengo un alumno que repite de los primeros que tuve", cuenta con orgullo. Su compromiso con la formación comenzó por una mezcla de curiosidad y proximidad. "Empecé porque era joven, por inexperiencia, y esta explotación está cerca de Palencia y es moderna, totalmente digitalizada. Eso llama mucho la atención a la gente joven". 

Este año, además de la estancia que arrancó en marzo, tiene prevista otra a principios de mayo, consolidándose como un referente en la transferencia de conocimientos agrarios. Para él, estas experiencias no solo benefician a los alumnos, sino que también le enriquecen personalmente: "Hay veces que aprendo yo más de los alumnos que ellos de mí". 

Una formación práctica para jóvenes con vocación 

La estancia que se desarrolla estos días cuenta con tres participantes: Alberto López y Guillermo Gallardo, ambos de Palencia, y Javier Andrés, de Burgos. Los tres llegan con experiencia previa en el campo y una ilusión palpable por aprender de Revilla. "Para mí, este tipo de iniciativas es muy interesante porque, aunque vengamos cada uno con la escuela de nuestra familia, eso es bueno y malo. Te juntas con un entorno formativo y Jesús viene con la disposición de enseñar", asegura Alberto López. Este joven valora la oportunidad de compartir conocimientos y adaptarse a nuevas técnicas: "Si no aprendemos unos de otros, los palos que nos damos son tremendos. Adaptarse a cosas nuevas cuesta mucho trabajo y dinero".
Javier Andrés, por su parte, aporta una perspectiva singular. Burgalés con siete años en la agricultura, antes trabajaba como ingeniero informático. "Estuve fuera de España y mi tío, que se jubilaba, tenía una explotación en Arenillas (Soria) que ahora llevo yo", relata. Aunque se siente a gusto en el campo, admite estar preocupado por la situación del sector, lo que le ha llevado a plantearse compaginar la agricultura con su antigua profesión. Vive en Burgos con su mujer y su hijo, y ve en estas estancias una forma de mantenerse actualizado y conectado con otros profesionales. 

Parafraeando una expresión que se acuñó en los 90, estos agricultores podrían ser denominados JASP (Jóvenes Aunque Sobradamente Preparados) y ese es el enfoque que este tipo de iniciativas quiere transmitir tanto a las personas que se encargan de trasladar sus conocimientos, como es el caso de Jesús Revilla, como a aquellas que reciben esos nuevos conocimientos que en el día de mañana incorporarán a su quehacer diario.

 

Tecnología y tradición: el equilibrio de Revilla 

La explotación de Revilla destaca por su enfoque en la agricultura 4.0, un modelo que combina la digitalización con la esencia del trabajo agrícola. "Todo lo tenemos datado, calculado y mapeado", detalla el agricultor. Sin embargo, no pierde de vista sus raíces. "Aunque todo esté digitalizado, no hay que olvidarse de dónde venimos. Primero hay que sembrar y trabajar, y luego ya lo metemos en el ordenador". Esta filosofía atrae a los participantes, que encuentran en su finca un espacio donde tradición y modernidad conviven. "Hemos estado viendo la maquinaria, los diferentes cultivos que tienen", comenta Alberto, quien destaca la oportunidad de comparar métodos: "Muchas veces surgen dudas porque ellos también me explican a mí qué maneras utilizan". 

El día a día en la explotación no está exento de retos. Las recientes lluvias han alterado los planes, pero Revilla las ve con pragmatismo. "Pese a que ha llovido mucho, nos ha parado, tenemos hoyos en las tierras, pero el agua es buena para el campo". Sin embargo, señala un problema estructural. "Hay un abandono completo de las riberas de los arroyos o los ríos, y esas inundaciones muchas veces vienen porque no se cuida eso". Alberto coincide. "La gente en los pueblos hacía esas cosas antes de manera gratuita. Ahora ni hacen, ni dejan hacer. Caen cuatro litros y se acaba el mundo". 

Tanto Revilla como sus alumnos reflexionan sobre las dificultades del campo. "Los palos nos los llevamos nosotros. Si llueve mucho, baja la cebada. Si hay aranceles, baja el trigo. O sube el gasoil, la luz… Es todo cada vez más difícil", lamenta el agricultor. Para él, las subvenciones de la PAC son esenciales para sobrevivir en el día a día. "Ahora mismo en el cereal, si no fuera por las ayudas, no vivía nadie porque nos cuesta más producirlo. Nos molesta mucho que piensen que no las necesitamos, que todo nos lo dan hecho". Alberto añade un matiz. "Este trabajo muchas veces es vocacional hoy en día. Si una persona de fuera se monta en un tractor dos horas, lo deja enseguida", reconoce. 

La formación, aunque valiosa, tiene limitaciones. "Son cursos cortos, pero luego seguimos en contacto entre nosotros", dice Revilla, quien mantiene relación con antiguos alumnos, como uno que, tras llegar sin experiencia hace dos años, ahora le consulta regularmente. Alberto, sin embargo, apunta una pega. "Nos limita un poco que no podamos repetir en una explotación. El año pasado estuve en una donde me habría gustado seguir aprendiendo, pero no pude". A pesar de esto, ambos coinciden en el valor del intercambio. "La idea es enseñar un poco lo que yo hago y que aprendan de ello", afirma Revilla. 

Para Jesús Revilla, el Programa Cultiva trasciende la mera formación técnica. "Estas experiencias son fundamentales porque responden a las inquietudes de los jóvenes y crean equipos. Yo he hecho buenas amistades aquí", reflexiona. Su explotación, con su mezcla de cereal y lavanda, tecnología y esfuerzo diario, se ha convertido en un aula viva donde se forman los agricultores del mañana. Mientras las lluvias recientes obligan a ajustar el ritmo —"hemos estado tirando herbicidas o sembrando la alfalfa"—, el objetivo sigue intacto: compartir un saber que, en palabras de Revilla, "a veces me enseña más a mí que a ellos". En Autilla del Pino, la agricultura 4.0 no solo produce cosechas, sino también futuro.