El deteriorado clima político y la agresividad verbal de muchos diputados se está contagiando a la calle. Los españoles tienen que elegir entre vivir al margen de sus dirigentes políticos, no encender la televisión, o convertir las cenas familiares en un remedo de las sesiones parlamentarias.
La escena del diputado Óscar Puente, increpado por otro viajero del AVE en el que venía a Madrid desde Valladolid, da cuenta del nivel de irritación de la sociedad. Al parecer, el enfadado pasajero solo quería saber la opinión del exalcalde sobre Puigdemont. Pero Puente que no quería, ni tenía porque, contestarle, optó por llamar a la policía. Resulta chocante que una persona de verbo tronante como el diputado socialista, al que Pedro Sánchez tuvo que retirar de la portavocía del PSOE por su inadecuado verbo, no tolere que alguien le corte el paso con una pregunta.
Mucho más comedidos estuvieron los pasajeros del AVE que, pese a advertir que llegaban tarde al trabajo, soportaron en silencio los veinticinco minutos de retraso que provocó el incidente.
Como no se va a contagiar la crispación, si todos pudimos ver como el concejal Daniel Viondi se permitió cachetear al alcalde de Madrid en mitad de un pleno municipal y a la vista de todos. La imagen vejatoria e intolerable le ha costado el puesto porque el dirigente del PSOE regional, con buenos reflejos, le pidió que entregara el acta. Juan Lobato calificó lo ocurrido de muy grave y aseguró que "estamos para dar ejemplo y lo primero es el respeto y la educación". A lo mejor esta norma debería grabarse en los salones de pleno de las instituciones públicas donde la buena educación brilla por su ausencia.
Si a la dificultad de lograr consensos en temas básicos ha llevado a este país a tener tantas leyes de Educación como Gobiernos han pasado por la Moncloa, se suma ahora el deterioro en la convivencia, llegaremos a las vergonzantes imágenes de algunos parlamentos en Sudamérica donde la discrepancia llega a las manos y se solventa a puñetazos.
Para ocupar un cargo público habría que exigir, además de vocación de servicio, un examen de contención del carácter y de formas. Los airados, los descontrolados, no están capacitados para representarnos.