Luchando contra el tiempo y la despoblación rural, en Vertavillo se conserva una tradición particular que hunde sus raíces varios siglos atrás: un carnaval de ánimas en el que convergen aspectos tan diversos como la devoción a los difuntos, un espectáculo de tipo militar y los retazos de viejas mascaradas paganas, mezclando en la misma fiesta los rezos por las almas del purgatorio, el revoleo de banderas y ancestrales figuras zoomorfas.
El origen de la celebración se encuentra en una Cofradía de Ánimas existente ya en 1575. Su finalidad era recaudar fondos para realizar sufragios por las ánimas; sin embargo, en vez de los cargos habituales está dirigida por una mesa de oficiales con rango militar jerárquico: capitán, alférez, sargento, tambor, portaestandarte, aposentador y dos cabos, que se acompañan también de dos alcaldes y un síndico. Esta cuadrilla, llamada frecuentemente soldadesca, tiene la tarea de organizar los actos de la fiesta durante los días de carnaval.
El domingo y el martes antes de la misa, la tambora hace su recorrido llamando a los cofrades con el denominado toque de oficiales; a continuación, y delante de la iglesia, se realiza el desfile y el primer revoleo. La marcha la encabeza el estandarte seguido por el tambor y los diferentes cargos con sus insignias, las banderas y la alabarda. La tambora marca el ritmo del revoleo de las tres banderas y del lanzamiento de la alabarda a lo alto miesntras la plaza se llena de sonido y color. Tras la misa se repite el revoleo en la plaza y lo hará de nuevo por la tarde en El Postigo, frente al rollo de justicia de la localidad.
relevancia. En Vertavillo, la fiesta ha gozado de especial relevancia y renombre, pero también se ha mantenido en Villamuriel de Cerrato y se ha recuperado recientemente con brío en Antigüedad. Estos tres pueblos son testimonio de una amplísima extensión de similares tradiciones existentes incluso hasta los años sesenta del siglo pasado en otras localidades de la comarca.
El espectáculo militar con desfile y revoleo de banderas fue el recurso que utilizaron las cofradías de ánimas para intentar distraer a la comunidad de otro tipo de festejos ancestrales y paganos refugiados en el tiempo de carnaval y que se conocen con el nombre de mascaradas.
Estas últimas suelen estar protagonizadas por animales fingidos, seres híbridos y enmascarados y combinan carreras, saltos, ritos de fustigado y fertilización envueltos en ruido y color.
En la actualidad se están recuperando y potenciando en múltiples comarcas de Castilla y León, sobre todo de la periferia, pero solo hace falta investigar un poco para comprobar que también en la comarca del Cerrato existieron estas manifestaciones y que retazos de las mismas resistieron los intentos de neutralización que, con ahínco, se hacían desde las instancias religiosas que las consideraban indecorosas y paganas.
Además de la presencia de personajes burlescos dentro de las propias soldadescas, cuyo ejemplo inequívoco es el revivido birria de Antigüedad, mencionar la mascarada de La Vaca que estos mismos días se hacía en Vertavillo y que este año (día 10, a las 18 horas) se recupera gracias a la colaboración de la Asociación Cultural, la Cofradía de Ánimas y el Ayuntamiento.
armazón de madera. Consiste, como en tantos ejemplos zamoranos o abulenses, en un armazón de madera alargado, de sección triangular y gran tamaño, cubierto por varias mantas de las usadas para las mulas, que era soportado por dos jóvenes ocultos en su interior. En la parte delantera se remataba con un morrión o máscara negra de madera en la que estaban pintados en blanco la testuz, los ojos y el hocico del animal y que contaba también con cuernos naturales. Salía por las calles y perseguía a los atemorizados chiquillos mientras era hostigada por los mozos más atrevidos.
El espectáculo incluía dos o tres personajes a caballo, en burro o a pie, provistos de varas o picas con las que arrear y pinchar a la vaca y ataviados con una indumentaria más o menos estrafalaria: chaquetilla, zagones, leguins, grandes pañuelos de colores y exagerados sombreros adornados con cintas. Sin duda, estas figuras son también recuerdo de mayorales o gañanes como los que acompañan a La Barrosa, en Abejar (Soria) o en otras fiestas similares.
En el fondo, todas las vertientes, la puramente devocional, la lúdica y festiva de matiz castrense y la de remota raíz anclada en las ancestrales mascaradas, convergen en la misma idea, la de rememorar a los ancestros en este tiemplo de invierno que se prepara para recibir la primavera.
Si nuestros padres socorrían almas con sus responsos, nosotros podemos salvar su memoria con nuestro testimonio.