José Luis Ibarlucea

José Luis Ibarlucea


Vae victis!

30/09/2024

Comienza el otoño y el curso escolar. Los arreboles del cielo se combinan con grises, que semejantes a las estadísticas, intentan cubrir la realidad y se convierten en un obstáculo para la transparencia y la seriedad del análisis. Hoy los ciudadanos no podemos mirarnos a los ojos sin sentir vergüenza o temor ante el estado de la educación: no se puede suspender a los alumnos porque los discriminamos, pero sentimos pavor a que nos opere un médico mal formado o viajar con un piloto de escasa capacidad cognitiva.
Los «progresistas» en los años 70 y 80 estaban convencidos de que los objetivos educativos y sociales se podían enriquecer mutuamente en la enseñanza. Este era el argumento de fuerza en todas las reformas educativas que vinieron. Los centros educativos no debían ser sólo lugares de exámenes. Pero la realidad ha sido que los fines sociales de la igualdad terminaron imponiéndose sobre lo que era la transmisión de conocimientos. El igualitarismo se impuso a la instrucción. Se terminó confundiendo el fin interno de la educación con los efectos colaterales. Los que juegan un partido de fútbol tienen como finalidad meter goles. Si este objetivo desaparece, este deporte deja de existir. Pero los efectos colaterales: divertirse, hacer ejercicio, relajar el ambiente de empresa… siendo importantes, si se convierte en el propósito principal el fútbol desaparece. Lo mismo sucede con la enseñanza, su objetivo interno es la transmisión de conocimientos. Pero si el socializarnos, el divertirse, la colaboración en equipo, la no discriminación, la revisión de los textos…es el nuevo fin, entonces la instrucción desaparece y estamos en una época de guarderías y entretenimiento, pero no de transmisión de conocimiento.  A lo que hay que añadir que ningún centro educativo puede aspirar coherentemente a lograr la igualdad de forma fiable.
De este modo los vendedores de quincalla psicológica y pedagógica nos han puesto en una situación de cerebros vacíos y sentimentalismo tóxico que favorece la entrada por la puerta grande del totalitarismo de lo políticamente correcto que es la nueva igualdad. ¡Ay de las víctimas! Que somos todos.

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