Siempre se dijo que el gato panza arriba lucha hasta el final. Y que el mayor peligro es el del toro que escarba el suelo del albero afianzándose en su territorio, porque nunca se sabe por dónde va a embestir. La tipología de Sánchez es luchar como el gato y la trayectoria de su salida no está clara.
La corrupción de Ábalos, al que tuvo que cesar como ministro, el problema destapado por Koldo, el tener que recurrir al novio de la presidenta de Madrid, los cada vez más frecuentes temas de Begoña Gómez, su esposa, hacen de Sánchez y los que nombra como sufridores como el fiscal general, o Pumpido en el Constitucional, verdaderos mártires o esclavos. La norma es que se inmolen como fieles súbditos.
Los extravíos de Oscar Puente empujan a la exconcejal Pocahontas, con sus pendientes de regalo de un dominical, a salidas extemporáneas de las que luego se arrepiente. La aplicación de las llamadas leyes de la igualdad, separan cada vez más a los jueces de pueblo. Melón fácil de abrir y difícil de cerrar.
La situación catalana es por insostenible ridícula, Illa la teme, pero calla hasta pasadas las elecciones. Los barones esperan la reacción del pueblo con la exigencia de sus responsabilidades ciudadanas ante la financiación singular de Cataluña. Los palmeros tocan sin ritmo, sin formación, sin estructura comprensible por lectores y televidentes. Aumenta el volumen del Estado a la vez que la inflación y la deuda pública para el consumidor. Y así lo hacen saber Ana Botín y Goirigolzarri en los medios a Sánchez, quienes piden dar un tijeretazo a las subvenciones innecesarias o inoportunas. Y en el exterior, no se sabe cómo pelear la guerra y, cada vez más, pisamos nuevos jardines.
El palentino Jesús Cacho dice que Sánchez está acorralado y que la cuestión tiene mala pinta. Yo añado, la única salida de la incapacidad es aguantar si se puede, o lo que es muchísimo peor: dar un puñetazo en la mesa.
Aún se echa polvo sobre el lomo buscando su territorio. Esa sería la trayectoria final de la embestida.