Sería complicado transcribir al pie de la letra el sentir ayer de los tendidos de Campos Góticos sin utilizar ningún exabrupto, porque los improperios que lanzaron los aficionados fueron gordos.
Por la mañana, muchos de los que acuden al festejo habían visto el barullo que se protagonizó durante el apartado, debido a la falta de acuerdo para incluir a uno de los toros de Valdellán, que finalmente entró en el lote a riesgo del ganadero guardense, Fernando Álvarez.
Toro que salió en primer lugar al coso y que fue el primero en tiempo que se lleva cuatro puyazos en Palencia ante la bronca del respetable. Se calentaba pronto la tarde. Rafaelillo no quiso saber nada de él y el cabreo general iba en aumento y las peñas se arrancaron: «Qué lo vengan a ver, que esto no es un torero es una...». Bueno la canción típica. Y comenzó la tarde de espadas. Hasta en nueve ocasiones el murciano entró a matar. «¡Fuera, fuera, fuera!» protestaban los tendidos. «¡Manos arriba, esto es un atraco!». Y cuando el toro se marchó desentendiéndose de los intentos de recibir muerte, una mujer señaló: «Tiene vergüenza el toro del torero». Una a su lado apuntaba que «espectáculos como éste no ayudan para nada a la Fiesta».
Finalmente, el astado leonés dobló y fue aplaudido en el arrastre no por sus condiciones, sino por haber puesto en evidencia, a ojos de los aficionados, al diestro.
Más ganas le puso Escribano con el Valdellán de su lote... ¿o el primero que salió fue un Adolfo...? Sí, fue el 103 de Adolfo Martín. Y es que hubo lío a la hora de confeccionar el orden de lidia y primero se anunció un Adolfo Martín, se cambió la tablilla para mostrar los datos del de Valdellán y finalmente apareció por los toriles el 103 de Adolfo Martín que, en el callejón, no se explicaba cómo la gente no se daba cuenta de la diferencia. «Por la forma de andar, por sus hechuras...», decía entre dientes en su burladero. Cerca de él, una larga lista de municipios representados por sus alcaldes invitados por la Diputación, encabezada ayer por su vicepresidenta, Carmen Fernández: Ledigos, Loma, Valdeolmillos, Manquillos, Castil de Vela, Cevico de la Torre, Hérmedes de C., Cervatos de la Cueza, Villasarracino, Villaherreros, Melgar de Yuso y Castromocho, cuyo edil, a buen seguro, esperaba ver una buena tarde de su paisano, Doyague.
Nada más lejos de la realidad. Y eso que contó con el apoyo del público que desde el principio le insufló ánimo. «¡Carlos, con dos...!» Gónadas, se referían a las gónadas. Pero desde el comienzo, la lidia de sus toros mosqueó a los tendidos. Desde un puyazo interminable del picador cuando ya se había cambiado el tercio, a unos pares de banderillas que nunca llegaron a ser pares en el lomo de los astados. «Tú sí que vales, tú sí que vales», bromeaban algunos aficionados sobre la cuadrilla. Y cuando llegó el muestrario de entradas a matar -13- el público le retiró su apoyo. «¡No tienes...!» De nuevo hablaban de las gónadas.
Arriba, en lo alto del 7, como ya contó que haría, Fernando Álvarez, propietario de Valdellán, negaba con la cabeza. Cerca de él los alcaldes de Saldaña y Villalobón y a su altura en el 1, el director de responsabilidad corporativa y comunicación de la Corporación Empresarial Pascual Francisco Hevia; Juan Luis Herranz, de Insectrat; Julio Casado, gerente de Mercadona y su mujer Nuria de la Cruz.
La tarde se derrumbaba cuando Rafaelillo brindó su segundo toro al público y apenas pudo sacar nada del Adolfo Martín. «¡Pero qué lo has brindado al público!», le recordaron mientras acudía a la barrera a por el acero. Y llegó el quinto -el que nunca es malo-. Un ejemplar de Valdellán que Escribano, que brindó a Porfi Fisac, entendió para disfrute, único de la tarde, del público asistente.
Entre no ver nada y ver una faena importante había tal diferencia como la existente entre una bronca y una puerta grande. Así lo comentaba César Polvorosa (Autopalsa), junto a su mujer Nati Melendre (presentadora de Informativos CyLTV), Álvaro Lantada (redactor jefe de La 8 Palencia) y Carmen Ibáñez (Informativos CyLTV.
Y de nuevo llegó el turno para Doyague que, volvió a recibir el apoyo del paisanaje, de inicio, ante un Adolfo con mucha cornamenta pero con mucho por explotar. «Vamos que es bueno», le gritaba con ilusión el matador de toros y director del Museo del Toro de Valladolid, César Manrique, junto a su mujer Toñi Fernández y los doctores de la plaza vallisoletana José Rabadán y Antonio María Mateo, en barrera. «No da ni un mal gesto», reconocían los doctores.
No salió la cosa como deseaba el respetable y, al final, despidió al palentino entre el silencio y pitos. Al menos quedó la puerta grande de Escribano, en una tarde en la que se recordará que, por tercera vez en su corta historia, un Valdellán se marchó vivo a los corrales.