El crimen de la parroquiana y del juez

Fernando Pastor
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El magistrado asesinado había llevado el pleito de divorcio del agresor

El crimen de la parroquiana y del juez

A finales del siglo XIX o principios de siglo XX, Tórtoles de Esgueva, del Cerrato burgalés, fue escenario de un suceso que dio lugar a un libro.

Un hombre, apodado Remendín, tras enviudar entabló una relación sentimental con la mujer de su íntimo amigo y entre ambos amantes planearon deshacerse del amigo y marido. 

Enterraron el cuerpo debajo de un puente y la mujer iba con frecuencia al lugar y se sentaba allí a hacer punto.

El crimen de la parroquiana y del juezEl crimen de la parroquiana y del juezLa víctima trabajaba de obrero en la parada de caballos del juez M. P., en Hérmedes de Cerrato. Este, al ver que no iba a trabajar, investigó y un vecino dijo haber visto que llevaban lo que podía ser el cadáver. 

Efectivamente así era,  y los culpables fueron a prisión.

La mujer, que dio a luz en presidio, pertenecía a una familia conocida como los parroquianos, de otra localidad cerreteña, del Cerrato palentino. 

Esta historia truculenta motivó que se escribiera un libro titulado El Crimen de la parroquiana, con nombres ficticios, así como una copla alusiva al suceso.

CRIMEN DE UN JUEZ.

Mucho más recientemente, el 26 de febrero de 1993 (el próximo miércoles se cumplen 32 años), otro juez, Juan Agustín Moro Benito, fue protagonista de un crimen, en esta ocasión como víctima directa, asesinado a las puertas de los juzgados de Ávila.

Años atrás, estando destinado en la Audiencia Provincial de Palencia, había dictado sentencia contraria a los intereses de A.P.V., natural de Palenzuela, apodado El tuerto, en el pleito de divorcio de su mujer. 

En 1992 el juez obtuvo el traslado a Ávila, de donde era natural, para hacerse cargo de la presidencia de la Audiencia Provincial abulense. Esta circunstancia laboral llegó a oídos de A.P.V., que vio posibilidades de venganza. 

El Tuerto acudió a un bar de la localidad y le pidió al camarero, que le dejara dos cartuchos. El camarero le preguntó «¿para qué quieres cartuchos, si tú no cazas?». «Porque voy a matar a un elefante», respondió A. P. V, conocido también como El del convento, por haber residido en un convento. «Que no te los doy», se negó en rotundo el camarero. «Que me los des», le insistió el cliente, hasta que profesional de hostelería, que sí era cazador, accedió a darle los cartuchos.

Con ellos en su poder, A.P.V. se encaminó al convento a por su escopeta, una Franchi del calibre 12, cogió el coche y viajó hasta Ávila. Deambuló por los alrededores de la Audiencia y cuando vio salir a Juan Agustín Moro le descerrajó dos tiros, con los cartuchos que le había dado el camarero, acabando con su vida. Al pasar junto a un vigilante de la ORA le dijo «ya puedes llamar a la policía, que me lo he cargado», para a continuación echar a correr.

Las investigaciones llevaron a la Guardia Civil al bar a interrogar al camarero. «A ver, ¿porqué le diste los cartuchos a A. P. V.?», le preguntó el comandante del puesto de Palenzuela.

Muy nervioso por la situación, respondió que «me pidió dos cartuchos y yo le decía pero mecagúen diez para qué quieres dos cartuchos, y él me decía que para matar un elefante, joder con el elefante, mecagúen diez, al juez que ha matao el cabrón».

El susto en el cuerpo le duró mucho tiempo al camarero, tanto que cuando veía a Dimas, guardia civil, le preguntaba «Dimillas, majo, ¿qué me va a pasar a mí?» y el guardia civil le tranquilizaba: «pues nada, tranquilo, te ha pedido a ti los cartuchos como les podía haber comprado, tú no eres responsable de nada, sabemos que le has dejado tú los cartuchos porque lo has dicho, pero a ti no te va a pasar nada». «Joooo, no he dormido en toda la noche», expresaba el atribulado hostelero.

A.P. V. fue condenado a 20 años de prisión.

El asesinato de este juez fue noticia nacional y causó onda conmoción. Se trataba de un gran profesional, una persona afable y muy conocida pues como afición tenía tocar el piano en un piano-bar de Palencia.

El 6 de junio de 2014 en la Audiencia Provincial de Ávila se presentó un libro compuesto por 18 artículos en los que sus compañeros glosan su vida y su labor, presentación que constituyó un sentido homenaje.

Tanto en la Audiencia Provincial de Palencia como en la de Ávila se colocaron sendas placas en recuerdo suyo, tres meses después del suceso. La de Palencia fue retirada debido a las obras de remodelación el Palacio de Justicia, y recolocada tras la finalización de las obras, como refleja el Diario Palentino del 19 de marzo de 2019.