Tarde de toros en 'Campos Góticos'

Julio Cayón
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Julio Cayón. - Foto: DP

E ra la corrida torista de la feria. Corrida para aficionados. Para quienes esperan ver el ánima y al alma de la fiesta. Para los que, sentados en el tendido porque pagan, huyen de la vulgaridad y otras martingalas de recorrido mediocre y común. Y es que ayer, en Palencia, se vivió, se mire como se mire, una gran tarde de toros con el animal bravo como protagonista. Tanto el novísimo, santacolomeño y comprometido hierro leonés de Valdellán,  a quien su propietario, el palentino Fernando Álvarez Sobrado, cuida cual tesoro conquistado, como el ya casi histórico y siempre  clásico de Adolfo Martín -su criador se mueve  en esa línea de leyenda- dieron vida y aire al espectáculo. Y no hay más, oiga. Se podrá discutir la bravura, la casta, la raza... lo que se quiera  de los astados lidiados en Campos Góticos; se podrá, naturalmente que sí, pero sobre el redondel, seis toros. Seis toros de verdad. De los que se habla de ellos y hacen afición. ¿Los toreros? Pues... ¡Qué  les digo! Rafaelillo, aflijido. Sin sitio. Sin temperamento. Desbordado. Manuel Escribano lidió el mejor astado del encierro, de Valdellán, en quinto lugar. Un gran toro. Salió por la puerta grande. El torero, digo, no el cornúpeta. El toro rozó la vuelta al ruedo. Y el local Doyague... en fin.  Sobra cualquier comentario. Hizo lo que pudo. Vestirse de torero en tarde de tanto compromiso tenía su mérito. No estuvo bien. Por mejor decirlo, no estuvo. Fin.