En agosto de 2010 comenzaba su andadura el Museo del Cerrato. En Baltanás, la capital de la comarca. A iniciativa del Ayuntamiento de esta localidad, con María José de la Fuente como alcaldesa, y con la colaboración de la Diputación de Palencia, la Junta de Castilla y León y el Grupo de Acción Local ADRI Cerrato Palentino.
De su puesta en marcha se encargó el escritor, investigador, fotógrafo e ilustrador Gonzalo Alcalde Crespo, ya fallecido.
Adherido a la Ruta de Vino Arlanza, la finalidad de este espacio es difundir el patrimonio cultural, artístico, histórico, arquitectónico, económico, festivo y paisajístico del Cerrato. Entre sus actividades están las visitas guiadas dentro del Museo, para conocer las características de la comarca y las particularidades de cada una de las 88 localidades que la componen, y fuera del Museo, para conocer la iglesia y el sorprendente barrio de bodegas de Baltanás. También se desarrollan en él actos culturales como exposiciones de pintura, pinacoteca, conciertos musicales, representaciones teatrales, presentaciones de libros, conferencias, etc.
Museo del Cerrato Castellano
Estampas de los oficios (la agricultura como actividad dominante), la arquitectura popular, las bodegas típicas de esta comarca, las casas-cueva, los palomares, las yeseras, los colmenares, los chozos usados por los pastores, las principales fiestas, las cañadas como vías de comunicación, etc. conforman una precisa radiografía de esta comarca que el Museo muestra.
El edificio que alberga este Museo del Cerrato Castellano es el denominado Edificio de los Vélez. Un inmueble con una curiosa historia, que nos cuenta el historiador Juan Manuel Monge.
Los Vélez eran una saga de hidalgos baltanasiegos, pero Joaquín Vélez Rodríguez no nació precisamente con un pan bajo el brazo por ello.
Su abuelo, Antonio Vélez Dorantes tuvo un hijo natural (extramatrimonial) con Ana Martínez Tristán, y no le reconoció. Cuando se iba a casar con su novia recibió una demanda de Ana exigiendo el reconocimiento. El pleito se resolvió de forma favorable para la madre y el niño, a los que el hidalgo tuvo que indemnizar y reconocer, por lo que el niño llevó su apellido: Antonio Vélez Martínez. Sin embargo, más allá de la resolución judicial, nunca fueron considerados de la familia, por lo que nunca fueron partícipes de la situación económica propia de la condición de hidalgos.
El 21 de febrero de 1740 nació Joaquín Vélez Rodríguez. Su madre, Francisca Rodríguez Núñez, falleció tan solo 8 días después del parto y su padre, el citado Antonio Vélez Martínez, tuvo grandes dificultades económica para hacerse cargo de todos sus hijos, pues ya tenía varios antes de nacer Joaquín.
Las circunstancias hacen que el 20 de diciembre de 1764 Joaquín emigre a las Indias, donde ya estaban varios familiares. Tras una estancia muy próspera como indiano, en 1769 regresa a España y se establece en Sevilla, en una de las zonas más importantes de la ciudad, la parroquia del Sagrario. Allí se dedicó con gran éxito al comercio y se casó con una sobrina, Ana María Vélez Rodríguez, con la que tuvo tres hijos. La boda se celebró en secreto, por la noche y en la sacristía, para evitar las habladurías sobre el parentesco de los contrayentes.
Con la fortuna amasada decide hacerse una casa en Baltanás, con intención de establecerse en su pueblo, donde ya poseía negocios de tinte (en Baltanás existe la Calle del Tinte) y donde su hermano Fernando se encargaba de vender los productos de las empresas que Joaquín tenía en Sevilla.
Todo apunta a que la casa fue diseñada por un arquitecto sevillano, pues sus características la hacen única en la zona: la decoración (escudos, delfines, toros, vegetación…), el patio porticado, la caja de las escaleras, la yesería, las arquivoltas, etc. no son propias de Castilla.
Sin embargo en 1773, cuando la casa está a punto de ser finalizada, a Joaquín se le tuerce su situación económica debido a la sentencia de un pleito originado en Lima, por la que se le exige el pago de más de cien mil reales. Al no poder hacer frente a dicho pago es encarcelado en la prisión de Palencia y se ve obligado a entregar bienes de su propiedad, entre ellos esta casa, que es adquirida por otras familias pudientes de Baltanás, primero los Salas y luego los Solórzano. Doña Plácida Solórzano aportó el edificio para hacer un hospital en el pueblo.
Así, este edificio, denominado edificio de los Vélez, se convirtió en hospital y escuela (el palacio Hospital de Santo Tomás y el colegio de La Milagrosa), gestionados ambos por monjas Hermanas de la Caridad.
En la actualidad es la sede del Museo del Cerrato Castellano.