Hace casi 24 años que Juan Manuel Asensio entró por la puerta del Club 38 en busca de trabajo. Salió de allí con un puesto de ayudante de camarero y un nuevo nombre, Andy, apodo que le puso Manuel Esparza tras contratarlo. Después de tantos años trabajando codo con codo, la relación laboral pasó a ser también una gran amistad.
Si bien Andy sigue detrás de la misma barra en la que empezó a servir copas en el 2000, ahora también se sitúa al frente del negocio después del fallecimiento de Esparza.
¿Cómo afronta esta nueva etapa al frente del Club 38?
Después de 23 años como camarero es un punto y seguido, solo que ahora como gerente. Voy a seguir haciendo el mismo trabajo. A excepción del tema fiscal, todo lo demás (la música, la clientela y el funcionamiento) va a seguir igual. Es una continuación del negocio.
¿Cómo fue su comienzo?
Entré como ayudante de camarero. Al principio solo venía los fines de semana para sustituir a un compañero, pero, después de un año, éste se marchó y me quedé como fijo.
Antes de empezar, ¿tenía experiencia previa en la hostelería?
Mi padre ha sido camarero toda la vida. Soy hijo de Paulino, que le conocerán en Palencia por trabajar en muchos bares. He estado detrás de una barra desde que era pequeño. Eso sí, siempre había estado de camarero en bares y restaurantes, por lo que la discoteca era una cosa nueva para mí. No obstante, la hostelería no era ajena.
¿Conocía a Manuel Esparza antes de entrar en el Club 38?
No conocía ni a Manolo ni al bar. Sí que me gustaba la música, pero no había entrado nunca.
A raíz de su relación laboral surgió una gran amistad
Para mí Manolo era como un segundo padre. Desde el primer momento que entré a trabajar, conectamos. Teníamos muy buena relación.
¿Se consideraba su mano derecha?
Después de tanto tiempo, sí. En los últimos años ya había delegado prácticamente todas las funciones en mí porque se quería jubilar. Lo que pasaba es que el 38 era su vida y le costaba dejarlo.
¿Cómo era trabajar con él?
De cara al público exterior hay gente que le tomaba como alguien reacio, pero en realidad era muy auténtico. Te decía las cosas a la cara, tanto lo que le gustaba como lo que no: reconocía los fallos y los méritos.
En 23 años no he tenido nunca una queja del trabajo. Tanto laboral, como personalmente, era alguien de diez.
¿Cómo fue la apertura del anterior viernes, la primera tras el fallecimiento de Esparza?
Parecía un día más, pero era especial. Sentí que me faltaba algo y, a su vez, notaba que Manuel seguía arropándome. Fue una sensación extraña que no sabría describir.
A lo largo de esta semana, ¿ha percibido el apoyo de los clientes?
Mucho. En redes sociales, por la calle, en el funeral, en la propia apertura... La gente me da el pésame por la desgracia del fallecimiento, pero a la vez se alegran de que sea yo el que continúe con el negocio y no les deje huérfanos de una discoteca tan querida en la ciudad.
El hecho de mantener este emblemático establecimiento en funcionamiento, ¿lo percibe como un homenaje al que fue su dueño durante décadas?
Es un homenaje de cara a Manolo, pero también una responsabilidad de mantenerlo abierto muchos años. Es un local emblemático no solo para la ciudad, sino también de cara a fuera.
¿Se esperaba ser gerente del Club 38 en algún momento?
La idea era que cuando Manolo se jubilara iba a ser yo el que continuara con ello. Por eso se han facilitado tanto las cosas para que la reapertura pudiera ser pronto.
¿La considera como la discoteca más icónica de la capital?
Como bar de noche, sí.
Por lo que ha manifestado, se va a seguir la misma línea
La idea es continuar con un negocio que ya está funcionando. Con los años habrá que actualizar cosas, pero la esencia se va a mantener.
Ahora que se acerca el nuevo año, ¿qué espera de 2024?
Lo que esperamos es revitalizar las tardes de los días de diario. Los fines de semana trabajamos bien, pero hay que tener en cuenta que abrimos de martes a sábado. Hay mucho público que no sabe que también abrimos a partir de las 19 horas.