Yolanda Díaz dimite, pero en realidad sigue ahí. La que fuera líder de Sumar hasta el domingo, veinticuatro horas después de renunciar su cargo, se asoma a los medios para contradecir la huida después de la debacle electoral en los comicios del Parlamento europeo, donde la coalición, que agrupaba a una docena de partidos a la izquierda del Partido Socialista, entre ellos históricos como Izquierda Unida o Más Madrid, solo consiguió 11.000 sufragios más que el ultra Alvise Pérez y 240.000 más con sus excompañeros y ahora enemigos de Podemos.
Al parecer no se trata de una dimisión y una sucesión como se pensaba cuando renunció a través de un vídeo y sin medios de comunicación. Se desprende del cargo orgánico, pero mantendrá el liderazgo en Sumar para seguir siendo su principal referente político y mediático.
Lo que parecía una dimisión coherente por los estrepitosos resultados electorales cosechados no solo el pasado domingo sino en los comicios gallegos y la inconsistencia en las citas vascas y catalanas, Díaz dice que se queda en la Ejecutiva para abrir un debate que, como se ha demostrado en otras ocasiones, es un mero parche a la asunción de responsabilidades que un político debe afrontar. Díaz consiguió abrir su propio espacio político gracias a la buena valoración que consiguió al frente del Ministerio de Trabajo con reformas e iniciativas de calado que conectaban con los fundamentos de la izquierda y suscitaba el interés de una parte del electorado más centrista.
Pese a ser designada por Pablo Iglesias, siempre tuvo prisas por dejar atrás el hiperliderazgo de su mentor y fundar Sumar en un intento de unificar todas las sensibilidades, incluida las territoriales, de la izquierda más allá del PSOE.
No le importó pisar callos con quienes en su día le abrieron las puertas al Consejo de Ministros y se lanzó a una idea de partido que finalmente ha hecho aguas. Sus exitosas proposiciones en el Gobierno de coalición han contrastado con una pésima gestión orgánica del partido y decisiones erráticas en la elección de candidatos, así como en la estrategia política de pescar en un caladero, el centro, al cual nunca ha pertenecido y nadie la ha reconocido.
Las elecciones europeas han ahondado ahora más el vacío de esa izquierda donde apoyarse el presidente de Gobierno y su coalición.
En Europa es casi residual y testimonial, la presencia de la izquierda histórica del continente. Su crisis la pone enfrente del crecimiento exponencial de la ultraderecha, no tanto en España, pero tiempo al tiempo.