Las movilizaciones por la muerte bajo custodia policial de Mahsa Gina Amini, una chica de 22 años detenida porque llevaba mal puesto el velo, comenzaron con grandes manifestaciones que fueron reprimidas por las Fuerzas de Seguridad, con lo que las movilizaciones pasaron a las universidades y ahora se han extendido a colegios con niñas quitándose los hiyabs en Irán, convirtiéndose en el principal desafío al régimen de los ayatolás en décadas.
El grito de «¡Mujer, vida, libertad!» se ha extendido como la pólvora en todo el país, hasta oírse en las calles de ciudades que nunca habían vivido protestas de esta naturaleza.
Con el líder supremo, Ali Jamenei, gravemente enfermo, el régimen no ha podido, tres semanas después de la muerte de la joven kurda iraní el pasado 16 de septiembre, sofocarlas a pesar de su capacidad represiva. La clave de la fuerza del movimiento es su transversalidad.
Por el momento, parece claro que los manifestantes no están dispuestos a parar. A ello se suman otros gestos de desobediencia en las calles como mujeres que caminan por las vías públicas sin hiyab o conductores que hacen sonar los cláxones sin parar, incluso los gritos desde las ventanas contra el régimen. Recientemente se ha abierto un nuevo frente en las protestas: niñas de colegio y estudiantes de institutos. «Mujer, vida, libertad», gritaban desde una escuela de Sanandaj, en el Kurdistán iraní, mientras ondeaban sus velos, según un vídeo publicado por activistas. En Karaj, en la provincia de Alborz, un grupo de estudiantes lanzaron sus velos a un profesor. «No queremos la República Islámica» y «que se pierdan los clérigos», gritan en otro instituto.
En ciudades como Teherán jovencísimas manifestantes protestaron por las calles, mientras sonaban los cláxones de los coches en señal de apoyo, según algunos vídeos en los que se aprecian matrículas del país.
Estas nuevas protestas son más tranquilas que las batallas campales de días pasados, pero si sucediese una tragedia en uno los colegios las consecuencias serían impredecibles.
«Las protestas se han vuelto incontrolables. A menos que (las autoridades) quieran dar palizas y arrestar a las estudiantes no hay vuelta atrás)», afirmó en Twitter el analista del Center for International Policy de Washington, Sina Toossi.
Y es que esa ha sido la manera en la que las autoridades han gestionado la crisis hasta ahora, con represiones violentas, arrestos de manifestantes, activistas, periodistas y figuras públicas que han respaldado las protestas, mientras han señalado al «enemigo», es decir, a Estados Unidos e Israel de estar detrás de todo.
Esos choques causaron 41 muertos según el recuento de la televisión estatal de la semana pasada, pero la ONG Irán Human Rights, con base en Oslo, eleva la cifra a 92.
Ante esa represión las protestas han ido evolucionando y mutando. Al principio hubo concentraciones en al menos 40 ciudades en las 31 provincias de Irán, que desembocaron en fuertes choques con las fuerzas de seguridad que usaron porras, gases lacrimógenos y, según la ONU, munición real.
Una vez apagado ese fuego, las movilizaciones pasaron a las universidades. Así, en la prestigiosa Universidad Tecnológica de Sharif de Teherán hubo fuertes enfrentamientos con disparos al aire y al menos 36 alumnos fueron detenidos. El centro canceló las clases presenciales al día siguiente, pero otras facultades del país tomaron el testigo y ahora los centros académicos se han blindado con antidisturbios.
Desobediencia
A todo esto se suma formas más cotidianas de mostrar el enfado, la indignación o el cansancio con el estado de las libertades en el país persa. Así, por las calles se ve a mujeres solas o en pequeños grupos que caminan sin velos, aunque aparentemente no estén protestando. O directamente hacen ostentación de la falta del hiyab: en la popular calle Valiasr dos jóvenes pasean por la mediana de la carretera despojadas de sus pañuelos y haciendo ondear globos de colores de forma festiva.
Otra de las formas de clamar por las libertades de las mujeres se produce en el espeso tráfico de la capital iraní donde muchos conductores hacen sonar sus cláxones sin parar, algo que se repite antes y después de las jornadas laborales. Los conductores también suben los volúmenes de sus radios con la canción For que se ha convertido en el himno de las movilizaciones y que llevó a su autor Shervin Hajipour a la cárcel, de la que salió el pasado martes en libertad bajo fianza. El mismo ritmo se escucha desde algunas ventanas por la noche cuando algunos vecinos gritan Muerte al dictador en referencia al líder supremo de Irán, Ali Jameneí, amparados en la oscuridad.