Llega un momento en el que el ya no se sabe qué pensar sobre lo que está viviendo la política española. Provoca hartazgo, pero también indignación. Están los españoles en manos de un presidente que no cumple as normas que se exigen a cualquier dirigente demócrata.Y que ha sido pillado en falta porque entre sus más cercanos colaboradores, e incluso en su familia, se han producido casos que si no es corrupción se le parece mucho.
Impávido ante las noticias que se producen a diario, a cual más escandalosa aunque no sean delito, no ha tenido el menor pudor en descalificar el trabajo de los jueces, generalizando además, convirtiéndole sen protagonistas de una trama ignominiosa y ajena a sus principios profesionales, empeñados en desprestigiar al presidente de gobierno y colaborar para que sea desalojado de su cargo. También arremete contra los periodistas, asunto menos grave que el de los jueces, aunque ha levantado un telón de sospecha sobre firmas de biografía profesional absolutamente impecable. No contento, amenaza con medidas que cualquier ciudadano con dos dedos frente identificaría con las que toman los dirigentes políticos que temen la libertad de expresión y pretenden cercenarla.
En ese escenario confuso y preocupante, esta semana desfilan ante los tribunales algunas de las figuras más destacadas de una trama que incluye nombres muy conocidos por el cargo que ocupan o han ocupado, o porque forman parte de la familia del presidente. Sánchez, por supuesto, niega todo. Y los comparecientes, según. Unos niegan, otros solo algunas de las informaciones que se publican o lo que han contado otros comparecientes, y unos terceros cambian de bando en función de lo que se conoce a diario. Incluso se avienen a aportar pruebas para conseguir así beneficios como colaboradores de la justicia.
La mayoría de españoles estamos más que hartos de un espectáculo tan desalentador en el que la palabra de personas que tenían palabra ya no valen nada; hartos de que lo que consideraban cierto no es que se desmienta, sino que se ponga en duda, porque si hoy es negro mañana se convierte milagrosamente en blanco y después vuelve a negro. Hartos de que el presidente de gobierno, y miembros de ese gobierno, acepten hacer de comparsas y defiendan en cada momento a quien conviene defender, en función de lo que pueda declarar y esté dispuesto a declarar.
¿Miente Koldo, miente Aldama, dice la verdad Begoña sobre su acreditada profesionalidad, o es el personaje útil al que se han acercado una serie de aprovechados porque consideraron que era una buena baza para conseguir favores del gobierno, a cambio solamente de ofrecer unos miles de euros como patrocinadores de sus famosas cátedras extraordinarias?
A estas alturas de la película no se sabe cómo va a acabar la historia, si con drama o happy end, porque cada día tiene su afán y el desfile ante los jueces es esperpéntico por los anuncios y los inmediatos desmentidos.
Lo único cierto, inamovible, es que los españoles no merecen esto.