José Mijares lleva casi 30 años fuera de España. Su espíritu aventurero y su afán por los viajes y las experiencias le han llevado a recorrer gran parte del planeta. Actualmente reside en Honningsvåg, en Noruega, donde lleva más de 20 años con su empresa Artico Ice Bar, lo que le permite compaginar su trabajo con las actividades en la naturaleza que tanto le apasionan.
¿Qué siente al haber sido nombrado Socio de Honor del Ateneo?
Me siento un privilegiado y, sobre todo, sorprendido. Que vaya detrás de Peridis, el primer Socio de Honor, me parece una pasada.
Estoy muy orgulloso, ya que el Ateneo representa unos valores de fomento del arte y la cultura que Palencia necesita. Hay que sacar a la ciudad del hoyo del que parece que está metida.
¿Considera imprescindibles entidades como el Ateneo?
Sí. Por ejemplo, el otro día se presentó en Madrid el libro de Alfonso Guerra, quien se juntó después de décadas con Felipe González. Este acto lo ha hecho posible el Ateneo de Madrid. No es como si el Banco Santander organizara algo, pues en ese caso es una cuestión más partidista.
A Palencia le viene muy bien esta entidad, ya que el hecho de darla a conocer y crear un círculo cultural es imprescindible.
¿Le hubiera gustado estar presente ayer?
Sí, me hubiera gustado. Aun así, en mi nombre fueron mi madre, mi mujer y mi sobrino, así que estuve muy bien representado.
Lleva casi 30 años fuera de España. ¿Cómo fueron sus primeros viajes?
La primera vez que salí al extranjero fue con 9 años, ya que tenía familia en Burdeos. Por aquel entonces no era como hoy y hacía falta pasaporte para entrar en Francia.
Mi primer viaje fuera de Europa fue a África con 18 años. Luego me marché a Sudamérica dos años, uno entero como mochilero y otro tras regresar de Egipto, donde ejercí como guía turístico. A partir de ahí comencé a ejercer de guía profesional por Europa. Prácticamente llevo desde los 24 años en el extranjero, así que he pasado más tiempo de mi vida fuera que en España.
Todos esos viajes que hizo siendo guía profesional, ¿los disfrutaba igualmente a pesar de ser por motivos laborales?
Sí, ya que yo no tengo ningún complejo con el tema turístico y respeto todas las formas de viaje. Me gustaba muchísimo hacer mi trabajo. Me parece perfecto que la gente confíe sus diez días de vacaciones en una agencia, así que había que hacerlo lo mejor posible. En mi caso, procuraba trabajar 200 días al año y luego me marchaba a otros destinos los 165 restantes.
He estado hace mes y medio celebrando el 80 cumpleaños de mi madre de una manera muy turística en Oporto, con excursiones y visitas guiadas. A mí me gusta viajar a mi aire, pero no tengo ningún problema en hacerlo así. Cada momento y circunstancias te ponen en tu lugar.
Hace poco visité la catedral de Palencia y me pareció la mejor visita que había hecho a la seo. Un buen guía te permite tener a tu alcance un conocimiento para el que necesitarías años de estudio.
¿De qué experiencias guarda mejores recuerdos?
Las mejores experiencias de mi vida han sido las primeras excursiones a la Montaña Palentina con 13 años. Subir el Espigüete con amigos o ir a escalar en invierno cuando este territorio era más salvaje son cosas irrepetibles. De hecho, cuando tenía 16 años, iba a dedo hasta Cardaño.
A partir de ahí, hay momentos muy chulos en mi vida, como las travesías en Patagonia, la escalada de montañas en Alaska o los viajes con mi perro en Laponia.
¿Por qué decide instalarse finalmente en Noruega?
Con 35 años no quería seguir trabajando de guía, ya que todo tiene su tiempo en la vida. Quería montar un negocio y, de todos los países que conocía, el que más me gustaba era Noruega. Veía que había posibilidades de montar una empresa en un país estable y seguro. Se daban todas las condiciones que necesitaba: estabilidad económica y fiscal, oportunidad de negocio, el lugar me gustaba… así que decidí tirarme a la piscina y aquí llevo ya 20 años con mi mujer.
¿Se ha planteado regresar a España en un futuro?
Cuando cumpla 65 años, nuestra idea es venderlo todo y regresar. Aunque este sea un sitio muy bonito para vivir, no es un buen sitio para envejecer; es muy remoto y los hospitales quedan muy lejos. Además, yo soy español y, aunque aquí esté muy integrado, las raíces no dejan de ser las raíces.