Dejar al rey Felipe VI desasistido de "ministro de jornada" en los viajes oficiales va camino de ser la recurrente, infantil y retorcida maniobra de La Moncloa para intentar rebajar -con escaso éxito, la verdad- la presencia del Rey en la vida pública como expresión de la funcionalidad de la Corona.
Ha sucedido estos días en la visita oficial a las repúblicas bálticas -Estonia, Lituania, Letonia– donde el Gobierno le ha dejado solo en los actos oficiales de la visita de Estado a las dos primeras. Una decisión absurda que han tratado de corregir a prisa y corriendo enviando a la ministra de Defensa Margarita Robles para acompañar al Rey durante dos horas en la última de las visitas oficiales.
No ha sido un hecho aislado. El ninguneo tiene precedentes. Al Rey le dejaron "solo" en la toma de posesión del presidente Nayib Bukele de El Salvador y más recientemente en los actos oficiales de la toma de posesión de Javier Milei como presidente de Argentina. La costumbre hecha norma desde el arranque de la Transición venía siendo que, ante cada viaje oficial del Jefe del Estado, un miembro del Gobierno de turno era designado "ministro de jornada".
Pedro Sánchez, que preside un Gabinete con 22 ministros, ha quebrado la norma rebajando la representación al nivel de secretarios de Estado. ¿Por qué? Sería una buena pegunta en la próxima sesión de Control al Gobierno en el Congreso. Sí es que se dignara contestar, porque siguiendo otra mala tendencia acostumbra a no responder cuando la pregunta le incomoda. Estamos ante un hecho que, como digo, revela cierto grado de infantilismo en orden a recabar el mayor grado de protagonismo para el inquilino de La Moncloa.
De ahí se derivan episodios chuscos como cuando Pedro Sánchez y su esposa en una recepción en el Palacio Real, tras el saludo protocolario, se colocaron al lado de los Reyes en la intención de compartir el protagonismo del acto. O cuando en ocasión de la inauguración de un nuevo servicio del AVE, incumpliendo el protocolo, Pedro Sánchez se adelantó a Felipe VI entrando el primero en el vagón. O en otro momento, permaneciendo con las manos en los bolsillos en presencia del Rey. Se dirá que son detalles menores, cierto, pero indicativos de que el presidente del Gobierno lleva mal no ser el único en todo. Mal rollo.