Último día después de 50 años de trabajo ejemplar

J. Benito Iglesias
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Gerardo Barcenilla Montoya, único empleado y hasta ayer al frente de Calzados Lasarte tras dejar la actividad uno de sus dos socios hace décadas, abandona el mostrador y se jubila sin sustitutos

Último día después de 50 años de trabajo ejemplar - Foto: Óscar Navarro

Un día lluvioso y gris, y antes de  lo previsto porque la idea era seguir al pie de cañón hasta el día 21, Calzados Lasarte, una de las escasas e históricas tiendas cuyo estado es el mismo que cuando abrió hace 57 años en 1966, cerró ayer sus puertas al público. Detrás de su mostrador, como lo ha hecho desde hace casi 50 años, el único empleado, Gerardo Barcenilla Montoya -«metido en una olla y tapado con cebolla»-, señala con mucho sentido del humor, dejó ayer, no sin cierta tristeza, un oficio de vendedor que ejerció solo desde hace muchos años. 

El negocio lo fundaron dos socios: Pablo García, de Fuentes de Nava, fallecido hace tiempo, con el que trabajó Gerardo, y el actual dueño de 93 años, Marino Triana, originario de un pueblo de León, pero residente en Palencia casi toda su vida. «Se trata de muy buenas personas y así lo he podido comprobar desde que me contrataron con 14 años en 1974», resume el ejemplar trabajador, que ayer no daba abasto para guardar un amplio muestrario de zapatos a la velocidad del rayo. «Me ha llamado de forma inesperada un almacenista de Burgos que llega en unas horas y ha comprado toda la colección que se liquidaba. No tiene sentido seguir más tiempo y el negocio se cierra ya», apunta.

En las mejoras épocas, Calzados Lasarte contó con cuatro empleados, además del jefe, y, en ocasiones, se contrataba a una persona más para cubrir vacaciones. «Eran otros tiempos y siempre nos caracterizamos por vender un zapato español de piel de calidad para hombre y mujer, con modelos adaptados a pies delicados. El calzado para niños lo dejamos de trabajar cuando empezaron a surgir  tiendas especializadas. Sobre todo, hemos traído género de las fábricas de Elche (Alicante), Arnedo (La Rioja) y Fuensalida (Toledo)», explica Gerardo Barcenilla sudando la clásica chaqueta de vendedor  el último día, como lo ha hecho desde que entró de aprendiz en el negocio de zapatería.

Último día después de 50 años de trabajo ejemplarÚltimo día después de 50 años de trabajo ejemplar - Foto: Óscar NavarroESTADO ORIGINAL. El suelo original de baldosa, las amplias estanterías a las que se suman las de la trastienda, tres kilométricos  mostradores y un coqueto espacio para la caja ubicado en un pequeño recinto de madera acristalada con un hueco para la ventanilla de pago, contemplan al único empleado del histórico establecimiento. «Muchos clientes me dicen que cómo se puede cerrar una tienda tan bonita y les digo que ya toca jubilarse y no hay relevo. Preguntó gente,  pero sin llegar a interesarse por un traspaso. Hace 21 años tuve un infarto y hernias inguinales y hay que descansar y estar con la familia. Echaré de menos a la buena clientela de Palencia, provincia y también de fuera de ella», apunta.

Detrás de un mostrador, después de cinco largas décadas de trabajo, las anécdotas se multiplican, y Gerardo Barcenilla se queda con una especialmente. «Había un cliente que venía a menudo y se pasaba horas probándose zapatos sin comprar nada. Repetía la operación hasta que un día adquirió unas zapatillas de 12 euros, que no tardó en venir a devolver. Le di el dinero y le comenté que, no apareciera más por aquí», narra con una sonrisa cómplice.

El modélico empleado, con dos hijas trabajando en Valencia y Málaga, dedicará ahora tiempo a compartir afición con su mujer. «Viajamos cuando se puede y hacemos rutas de montaña por Palencia, León, Asturias y, también, en la sierra de La Estrella, en Portugal», concluye. A buen seguro, Gerardo irá equipado con un buen calzado para la ocasión y ya sin sobresaltos laborales.