La semana pasada hablábamos del manantial de Baños de Cerrato, conocido como la Fuente de Recesvinto. En el capítulo de hoy ahondaremos en la personalidad y la vida de este rey visigodo, su relación con la localidad de Baños de Cerrato (en Venta de Baños un instituto de enseñanza secundaria lleva su nombre) y los ritos que siguen realizándose en su basílica, el templo más antiguo de España.
Recesvinto fue el rey que promulgó en 654 el Liber Iudiciorum, conocido como código de Recesvinto, que establecía un derecho igual y unitario para todos los súbditos del reino acabando con la dualidad que suponía aplicar el derecho consuetudinario a los godos y el viejo derecho romano a los habitantes hispano-romanos.
También emprendió una cruzada antijudía, desterrándolos del reino y declarando delito capital cualquier práctica religiosa judía (festividades, shabat, restricciones alimenticias, etc.), bajo pena de morir en la hoguera o lapidado, al igual que si testificaban contra un cristiano aunque éste fuese un esclavo. Quien sin ser judío ayudara a estos, sería excomulgado y se le confiscaría la cuarta parte de sus bienes.
Recesvinto
Tras la muerte de Recesvinto se desataron las hostilidades entre los caballeros que pretendían sucederle. Según la leyenda reflejada por Roberto Gordaliza en su obra Historias y Leyendas Palentinas (editorial Cálamo), estos enfrentamientos preocuparon a nobles y obispos hasta el punto de pedir consejo al Papa, quien vaticinó que el sucesor en el trono sería quien estuviera labrando la tierra con dos bueyes, uno blanco y otro negro. Pasó mucho tiempo sin que nadie lo encontrara, hasta que finalmente apareció en Andalucía un labrador con esa circunstancia. Llevado ante la Corte el 21 de septiembre de 672, en la localidad vallisoletana de Gérticos, donde había fallecido Recesvinto, se negó en redondo a abandonar su vida tranquila en el campo, por lo que para zafarse de la insistencia del ofrecimiento cogió lo primero que vio, que fue la vara de atizar la chimenea, y dijo que solo si esa vara florecía aceptaría ser rey, con la seguridad de que le dejarían marchar. Pero en breves instantes la vara floreció, y el campesino se convenció a sí mismo de que era el elegido para ser el nuevo rey.
Este rey fue Wamba, y desde entonces Gérticos pasó a llevar su nombre, pese a que su coronación se produjo un mes más tarde en Toledo.
Su reinado fue un tanto turbulento, plagado de luchas internas entre nobles contra la monarquía, arrianos contra católicos, hispanorromanos contra visigodos, nuevas rebeliones vasconas, y los atisbos de las primeras llegadas árabes por el sur de la península. Y tras su muerte comenzó la decadencia visigoda.
Recesvinto
En la actualidad la festividad de San Juan se celebra en Baños de Cerrato por todo lo alto, como corresponde al protagonismo de esta localidad en la efeméride. La mítica noche de San Juan, una monumental hoguera junto a la ermita eleva al cielo unas interminables llamas mientras los presentes cantan El Trébole y bailan en corro alrededor del fuego. Al final de la noche, cuando la hoguera se ha convertido en apenas unas brasas, es típico saltar sobre ellas.
El fin de semana más próximo a la festividad tiene lugar una feria recreando la vida de la época visigoda. La música, el vestuario, la artesanía, la gastronomía, los oficios y en general su forma de vida queda representada.
Una vez al año, naturalmente en San Juan, se celebra en la ermita una misa por el rito hispano visigótico-morázabe, por el que el pan que Jesús ofrece a los apóstoles se divide en nueve partes que representan los misterios de la vida de Cristo: Encarnación, Nacimiento, Circuncisión, Aparición, Pasión, Muerte, Resurreción, Gloria y Reino, y la eucaristía se desarrolla en forma de diálogo entre el sacerdote y los fieles.
AGUA CURATIVA DE LA FIEBRE AMARILLA.
El poder curativo del agua, aunque sin relación con la festividad de San Juan, es también protagonista de otra leyenda localizada en el Cerrato, concretamente en Tórtoles de Esgueva. Refiere la llegada a la localidad de una tropa de soldados de Alfonso VIII aquejados de ictericia, enfermedad conocida entonces como fiebre amarilla, ante lo que el rey ordenó construir una fuente en el convento que las monjas Benedictinas tenían en Tórtoles. Beber el agua de dicha fuente, llevar durante un tiempo un escapulario facilitado por las monjas y recitar las oraciones que estas les indicaron obrarían la curación, no solo de la tropa soldadesca sino en adelante de toda persona que siguiera idénticas recetas.