Editorial

El ejemplo de Biden y cómo puede reactivar las opciones de los demócratas

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La verdadera talla de un líder se pone de manifiesto cuando es capaz de inmolarse para preservar los intereses de la propia organización

Los problemas cognitivos que han acompañado al presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, desde hace meses se tornaron en lucidez en el discurso a la nación que efectuó desde el despacho oval y en el que enumeró los motivos que le llevaron a renunciar a su candidatura a la reelección al cargo. Todo ello sin hacer mención a sus posibles problemas de salud ya que, de hacerlo, hubieran puesto en entredicho su continuidad al frente de la Casa Blanca hasta las próximas elecciones. Su principal argumento, el que sustenta todos los demás, consistió en asegurar que «salvar la democracia está por encima de su ambición personal». La frase, cargada de simbolismo sobre todo cuando la pronuncia quien está al frente de la mayor potencia mundial, tiene dos derivadas que afectan tanto a su protagonista como al momento que está viviendo EEUU.   

La verdadera talla de un líder se pone de manifiesto cuando es capaz de inmolarse para preservar los intereses de la propia organización. En este sentido, y aunque reticente en un primer momento, Biden ha actuado de forma impecable al comprender que aunque en su fuero interno se sintiera merecedor de un segundo mandato que consolidara sus políticas, la pésima imagen que trasladó en sus últimas apariciones públicas, especialmente en el debate ante el otro contrincante, Donald Trump, aconsejaba una retirada porque su permanencia lastraba seriamente las opciones de victoria de un Partido Demócrata en horas bajas.

Ese «salvar la democracia» que ha añadido rasgos épicos a su discurso aspira a infundir temor entre gran parte de la ciudadanía de Estados Unidos a un segundo mandato de un Trump que ya demostró con su implicación en el asalto al Capitolio, por la cual está imputado, lo lejos que tiene los límites cuando de acceder o de no perder el poder se trata. Supone, además, un claro intento de movilizar a su electorado una vez que el de su contrincante tuvo en el intento de asesinato de su líder motivos más que suficientes para acudir a las urnas.   

La incógnita que ya comienza a despejarse es cómo va perfilando su campaña la que está llamada a ser la sustituta natural de Biden y que podría ser designada oficialmente candidata el próximo jueves: Kamala Harris. Por el momento, las encuestas reflejan una subida del Partido Demócrata, pero va a ser clave la respuesta de los mercados para calibrar sus verdaderas opciones de ser la primera mujer presidenta de los Estados Unidos. Su posicionamiento sobre los grandes asuntos de país, pese a partir de posiciones más a la izquierda de su antecesor, no ha atemorizado al ciudadano medio y todavía está a tiempo de modular aún más su discurso con la elección de su vicepresidente, previsiblemente en la convención del día 19.