Prevención y concienciación de la mano de tres luchadoras

Julia Rodríguez
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Rebeca Pérez, Lourdes Dujo y Elena López cuentan a 'Diario Palentino' su experiencia en torno a esta enfermedad

De izquierda a derecha; Lourdes Dujo, Elena López y Rebeca Pérez. - Foto: Sara Muniosguren

Hoy, 19 de octubre, se conmemora el Día Mundial contra el Cáncer de Mama, una fecha significativa que busca aumentar la concienciación sobre esta enfermedad y promover la importancia de la detección temprana. En este contexto, Diario Palentino ha decidido entrevistar a tres valientes mujeres: Rebeca Pérez García, Lourdes Dujo Figueroa y Elena López García. Ellas comparten su experiencia personal como afectadas por esta enfermedad, ofreciendo una perspectiva íntima y valiosa sobre los desafíos que han enfrentado, así como el apoyo que han recibido a lo largo de su camino. Sus relatos no solo destacan la lucha contra el cáncer, sino también la resiliencia y la esperanza que se encuentra en cada historia.

Rebeca Pérez García, de 36 años y madre de dos hijos de ocho y cinco, fue diagnosticada con cáncer de mama en agosto de 2023. Todo comenzó tras unas vacaciones familiares en Galicia. «Después de regresar, mientras me probaba un bikini, noté un bulto en mi pecho. Pensé que era benigno, algo común. Nunca imaginé que podría ser cáncer», explica. La insistencia de sus compañeras de trabajo fue clave. «Ellas me animaron a consultar al médico, y aunque al principio no me querían hacer una mamografía porque era muy joven, insistí en que me la hicieran». El proceso fue un camino lleno de incertidumbre. «La ecografía no mostró nada, pero no estaba satisfecha y llegó el diagnóstico. La frase «tienes cáncer» quedó grabada en su mente y cambió su vida.

Asimilar la noticia no fue nada fácil. «Al principio, me sentí perdida, la idea de tener cáncer era abrumadora, pero rápidamente decidí que tenía que enfrentar la situación con valentía». La recomendación de una mastectomía llegó tras la biopsia, pero la cirujana no estaba dispuesta a realizar una cirugía doble de inmediato. «Insistí en que quería que me quitaran ambos pechos porque no quería enfrentar esto dos veces», cuenta.

El día de la operación, un mes después del diagnóstico, se acercó con determinación. Me operaron en el hospital Río Carrión y sentía una mezcla de ansiedad y alivio, estaba ansiosa porque quería que me quitaran esa enfermedad de mi cuerpo», relata. La cirugía se extendió durante aproximadamente nueve horas, pero al despertar sintió un profundo «alivio». Sin embargo, el diagnóstico de ganglios centinela positivos significó que necesitaría más tratamiento.

Después de la cirugía, Rebeca se enfrentó a una montaña rusa emocional. «Me sentía abrumada por la tristeza y la preocupación por mis hijos. Fue entonces cuando decidí buscar ayuda psicológica. Necesitaba apoyo para lidiar con el miedo constante a dejar a mis hijos sin madre», comenta.

A través de la Asociación Española Contra el Cáncer de Palencia, encontró la ayuda que necesitaba. «La conexión con otras mujeres que estaban pasando por lo mismo fue invaluable. Empezamos a compartir nuestras historias y temores, y eso me dio fuerzas», resalta. Las palabras de su oncóloga le ofrecieron una explicación clara y alentadora sobre su tratamiento.

Decidió comenzar la quimioterapia de inmediato. «Pensé que cuanto antes empezara, antes podría terminar con esto. La primera sesión no fue tan dura como temía, pero una de las partes más difíciles del proceso llegó cuando empecé a perder el cabello. Me angustiaba mucho cómo me verían mis hijos y cómo me sentiría al salir a la calle», reconoce.

Rebeca no quería usar pelucas, ya que su cabello era muy rizado y no se vería igual. «La pérdida del cabello me hizo sentir vulnerable», destaca. Sin embargo, una conversación con otra mujer que había vivido lo mismo cambió su perspectiva. Inspirada, decidió cortarse el pelo en casa, rodeada de sus hijos. «Lo convertimos en un momento lúdico, como un juego, y eso me ayudó a sentirme empoderada», manifiesta.

A medida que avanzaba la quimioterapia, Rebeca experimentó altibajos emocionales. «La fatiga y el dolor muscular se intensificaron, pero me negué a detener mi vida diaria. Tenía dos hijos pequeños que cuidar y aunque a veces me sentía frustrada y agotada sabía que debía seguir adelante», recuerda. Finalmente, llegó el día de la cuarta y última sesión de quimioterapia: «Lo recibí con energía, ansiosa por concluir el tratamiento. Era una meta que había estado esperando alcanzar». Para celebrarlo, organizó un viaje a Tenerife, justo después de salir de la camilla del hospital. «Sentí que me lo había ganado. Era un nuevo comienzo, una nueva etapa en mi vida», recuerda ahora.

A pesar de haber completado la quimioterapia, la radioterapia resultó ser otro desafío inesperado: «Pensé que sería más llevadera, pero enfrenté efectos secundarios como el cansancio extremo y quemaduras en la piel». A un año de su diagnóstico, Rebeca se siente bien físicamente, pero ha notado cambios en su cuerpo y en su estado emocional.

Sin embargo, ha transformado su experiencia en una oportunidad para ayudar a otras mujeres. "Hemos creado un grupo de apoyo llamado Pechotes, donde compartimos experiencias y sentimientos. Además, nos ayuda a expresarnos y a resolver dudas».

Optimismo. Todo comenzó en diciembre de 2017. Lourdes Dujo Figueroa recuerda con claridad el momento en que se dio cuenta de que algo no estaba bien. «Tenía un poco deteriorado el pecho derecho, algo que no habían notado en mis revisiones rutinarias de septiembre. Al principio, pensé que era un simple cambio, pero la inquietud me llevó a buscar una segunda opinión», narra. Fue entonces cuando decidió acudir a su médico de cabecera, quien, tras examinarla, le recomendó realizarse una serie de pruebas, incluyendo una mamografía y una ecografía. «El proceso fue rápido, pero el impacto de los resultados fue abrumador», admite Lourdes. La biopsia confirmó sus peores temores: tenía cáncer de mama.

El diagnóstico desencadenó una serie de decisiones médicas. «Los oncólogos decidieron que debía recibir quimioterapia antes de la cirugía. Me dieron varias sesiones, aunque no recuerdo el número exacto», dice con un tono reflexivo. A pesar de lo abrumador del tratamiento, Lourdes se mantuvo positiva. «El tratamiento fue complicado, pero la quimioterapia me fue bien. El apoyo de mi familia y amigos fue crucial en esos momentos difíciles», destaca.

Lourdes comparte que, antes de someterse a la cirugía, el bulto en su pecho desapareció. «El médico me dijo que eso era un buen signo. Me sentí aliviada, pero sabía que el camino aún no había terminado», recuerda.

En octubre de 2018 se sometió a la cirugía que cambiaría su vida. «Fue un proceso largo, en principio solo me iban a limpiar pero luego decidieron cortar», añade.

Después de la operación inició un nuevo capítulo en su vida: la reconstrucción. «Fue un proceso más largo de lo que esperaba. Comenzó antes de la pandemia, pero hubo retrasos debido a la situación sanitaria. Tuvimos que ser pacientes», explica. Se sometió a varias intervenciones en Burgos donde los médicos le brindaron atención especializada. «Cada operación me acercaba un paso más a sentirme como antes», comenta.

A lo largo de su experiencia aprendió lecciones valiosas sobre la vida y la salud. «A veces te enfrentas a situaciones que no puedes controlar, pero puedes decidir cómo responder. Esa fue mi clave para seguir adelante», reflexiona. «Siempre he creído que mantener una mentalidad optimista te ayuda a sobrellevar las adversidades. Aconsejo a todas las mujeres que atraviesan por esto que sean fuertes y que busquen apoyo en sus seres queridos», concluye.

Actividad física. Elena López García se dió cuenta cuando notó una hendidura en un lateral de la mama. «Era muy sutil, de hecho, solo la notaba yo y en una posición muy concreta. Decidí ir a mi médica de Primaria, quien me mandó a hacer una ecografía, aunque ella tampoco lo tenía muy claro. En la mamografía no se veía nada, pero gracias al radiólogo, que insistió en que me pusiera en una postura específica, pudimos avanzar», recuerda. Al final, decidió que era necesario hacer una biopsia para descartar cualquier cosa, y fue ahí cuando dio positivo.

Aunque tenía antecedentes familiares con cáncer, ninguno era de mama. «Por eso, al recibir el diagnóstico, fue una sorpresa no solo para mí, sino también para mi familia y amigos. No tenía factores de riesgo evidentes; no fumo ni bebo, aunque a lo mejor el sedentarismo podría contar como un factor. Así que realmente fue un impacto grande», explica.

Desde que se le diagnosticaron en junio de 2022 pasaron aproximadamente dos meses hasta la operación. «Durante ese tiempo, me hicieron varios estudios de extensión, así como más pruebas y biopsias, porque había sospechas de afectación axilar. A pesar de que dos meses pueden parecer pocos, se sienten como una eternidad. Recibía constantes llamadas del hospital y la incertidumbre era abrumadora», comenta.

El diagnóstico inicial mostró un tumor muy pequeño, de unos cuatro milímetros, y de hecho, «en la biopsia me extrajeron prácticamente todo». Sin embargo, en el estudio de extensión que se realiza con resonancia magnética, se encontraron varios focos más. Eso cambió un poco la perspectiva de la situación. «Desde el principio, se me dieron opciones. Me hablaron sobre la posibilidad de hacer una tumorectomía, pero debido a la presencia de múltiples tumores, elegí la mastectomía. Me sentí más tranquila con esa decisión. Cuando fui a la oncóloga, me recomendaron un tratamiento hormonal que debo seguir durante cinco años. No recibí quimioterapia porque mi tipo de tumor no lo requería, ni tampoco radioterapia, gracias a la mastectomía», añade.

«No me gusta tomar pastillas y la idea de un tratamiento prolongado es un desafío. Sin embargo, me lo tomo en serio como parte de mi tratamiento. Es cierto que los efectos secundarios están presentes, y aunque a menudo se minimizan, yo los he sentido. Por otro lado, mi oncóloga también me prescribió ejercicio de fuerza, lo cual ha sido un cambio importante en mi vida», subraya.

El ejercicio ha sido crucial para su tratamiento. «Aunque no me gustaba hacerlo antes, ahora lo veo como una parte esencial de mi tratamiento. Siempre digo que no me gusta ir a las sesiones de entrenamiento, pero me lo tomo como mi medicina. Hay días en los que no tengo ganas, pero me he comprometido a no saltármelo. En lugar de ver el ejercicio como un sacrificio, lo considero una inversión en mi salud», comenta.

Ahora se encuentra en proceso de reconstrucción. «Me están haciendo la cirugía en Burgos, y ya he pasado por una intervención en enero. Tengo otra programada en diez días, y espero que sea la última», confía. La reconstrucción ha sido otro camino lleno de incertidumbres, pero valdrá la pena.

«He sido muy afortunada en ese sentido. He recibido mucho apoyo de mi familia y amigos, y aunque algunas personas se han alejado, la mayoría ha estado presente y eso ha sido invaluable. Es sorprendente ver quiénes se acercan y quiénes no, pero, en general, me he sentido muy querida y respaldada. También he aprendido a no centrarme en las personas que no estaban, porque no me han hecho falta», sostiene.

«A menudo, las personas asumen que, si te ven bien, todo está bien. La realidad es que el cáncer tiene efectos duraderos que no siempre son visibles. Hay que hablar de esto, crear conciencia sobre el impacto real, no solo en la salud física, sino también en la emocional y social», alega.

«Me gustaría que hubiera un enfoque más interdisciplinario que incluya nutrición y ejercicio. A menudo, el tratamiento puede ser muy costoso y muchas veces no hay suficiente apoyo en estos aspectos. Es fundamental contar con un equipo que te ayude a abordar el tratamiento», sostiene.

«La actitud me parece fundamental. Aunque no cura, tener una mentalidad activa y positiva nos ayuda a enfrentar los tratamientos. Buscar apoyo emocional y no tener miedo a expresar lo que sientes también es clave. Cada día cuenta y es importante ser parte activa de tu propio tratamiento. Además, es esencial rodearte de personas que te apoyen en el camino», concluye.