Mirar la lista de productos que exportamos desde Castilla y León a Estados Unidos y experimentar un cierto escalofrío. Y no ya por las ruedas (lo que más les vendemos): supongo que el supuesto impacto arancelario no sería regional sino de la multinacional fabricante. Pero en la lista está el vino, el queso, la carne de cerdo, el café, las galletas… Hasta pulpo y paletillas. Les vendemos 600 millones de euros. Y cada año les vendemos más. Dice Trump que la palabra más hermosa del mundo es 'aranceles'. Ahí empieza el problema.
En términos macroeconómicos no creo que sea un drama por muchos motivos, uno de ellos que la inflación americana sufriría penalizando en exceso los productos importados, algo que los consumidores rechazan tanto que se dice que a Biden le han jubilado por lo mismo. El dólar se encarecería (nos vendría bien) y esto tampoco les convendría. Así que es más de temer el destrozo que los incrementos causarían directamente en las empresas y sectores exportadores, sus departamentos de ventas y sus planes de expansión.
El libre comercio no está de moda. El hipernacionalismo papanata, herramienta de los populismos, y las crisis globales (sobre todo Ucrania y la pandemia) lo ha perjudicado. Algo tan importante como esto, excipiente del crecimiento de naciones emergentes y economías pequeñas que de este modo tienen la posibilidad de asomarse al mundo y alargar su sombra. Este problema se combina con el de la obsolescencia de Europa, una región que crece menos que Asia y compite peor que USA. Y la balasera entre los emergentes asiático-americanos y los norteamericanos nos pilla en medio. Un jaleo.
Los europeos, sin embargo, no somos chinos, en USA caemos bien, y esa afición a lo español, lejos de atenuarse, se incrementa con el paso del tiempo. Así que contra el arancel, reputación, acercamiento, notoriedad, más campañas, más visitas, menos pelea y más la 'pela'. Las administraciones nacional y autonómica deben coordinarse porque el comercio exterior es política de Estado con herramientas locales.Será nuestro Fuenteovejuna del año que viene porque si hay algo factible es que Trump cambie de opinión. Pero si hay algo imposible es que lo haga sin que la opinión pública le dicte el camino. Se la daremos con queso, vino y jamón. Pero que lo pague.