La selección española regresa a puestos de privilegio, entre las ocho mejores del viejo continente, tras un duelo repleto de locura ante Croacia (3-5), superior desde el juego pero víctima de regalos que resucitaron a un rival que exhibe orgullo, forzaron una prórroga que decidió Dani Olmo con dos asistencias, a Álvaro Morata y Mikel Oyarzabal, que dan el pase a cuartos.
España recupera credenciales al superar nueve años después una eliminatoria de una fase final. Remontó con autoridad antes del exceso de confianza. Se levantó con carácter del error que se convierte en pesadilla eterna para cualquier portero. De Arconada a Unai Simón, marcado por un mal control a una cesión innecesaria de Pedri, que obligó a remar contracorriente tras momentos de duda en un partido que estaba encaminado hacia el éxito.
Morata y Oyarzábal sentencian a Croacia en la prórroga - Foto: Stuart Franklin / POOL
Cualquier esperanza de jugar con espacios se convierte en utopía para la selección, pese a que el rival se llame Croacia. El plan al que enfrentarse se repite. Defensa de cinco y un mensaje claro: jugar peleando por la supervivencia. Así se presentó el equipo de Zlatko Dalic, condicionado por la baja de Ivan Perisic en ataque, ante una España liberada de la tensión de los primeros partidos.
El juego fluye desde el regreso de Sergio Busquets, la pieza que faltaba para encajar el puzzle. La licencia para soñar nace desde el crecimiento de Pedri, que apareció entre líneas para castigar la racanería croata inicial. Al límite de lo permitido en la lucha por cada balón. Dejó claro que no le interesaba la posesión. Por mucho que jueguen con Luka Modric, un artista aburrido en una zona adelantada que tuvo que bajar para construir y dejar muestras de clase ante una presión perfecta.
España crece desde la asfixia al rival y pierde facultades cuando la rebaja. Lo anula mordiendo tras perdida en zona alta. Y con posesión buscó la forma de encontrar espacios ante un equipo cerrado. Lo entendió rápido Aymeric Laporte con un balón largo preciso a José Gayá, sorpresa de Luis Enrique en un once en el que Ferran Torres fue la segunda de las novedades.
Llegaba con continuidad y acababa jugada España, con avisos como el de Pablo Sarabia al lateral de la red, cuando llegó ese mal que a veces le condena. Dos ocasiones, difícil elegir cual más clara, que perdonaron Koke Resurrección y Morata. El pase mágico al espacio de Pedri dejó solo al centrocampista que perdonó por bajo el mano a mano. El centro del costado de Ferran al punta que remató blando de cabeza.
El partido seguía el camino trazado por Luis Enrique hasta que una de sus apuestas le costó cara. Eligió a Unai por su juego de pies, asumiendo el riesgo, y en el peor momento apareció el error. No controló con la pierna derecha el balón con bote que le cedió desde el centro del campo Pedri y se le coló en su portería. El absurdo tanto espoleó a Croacia, reforzó su idea, la despertó del letargo y generó un momento de incertidumbre que pudo costar la eliminación española. La visión de Modric a la carrera de Nikola Vlasic, su disparo al lateral de la red ante la incredulidad.
Por primera vez se veía la selección por detrás del marcador. El examen a su determinación en plena incertidumbre a la que respondió con carácter, encontrando el premio a siete minutos del descanso. Pedía penalti por una mano cuando Gayá, en su enésima subida exhibiendo físico y frescura, la rompió para la estirada de Dominik Livakovic, que nada pudo hacer en el último intento de Sarabia.
Al límite de la locura se reanudó el duelo. Inició Unai Simón, con el respaldo en bloque de la grada, muchas jugadas con el pie. Con otra cesión de Koke evitable que fue una prueba a su fortaleza mental. Croacia había adelantado líneas pasando a su plan B y el castigo le llegó pronto. Pedri firmaba su mejor partido. Con una autosuficiencia impropia de sus 18 años. Dividió con balón, descolocó al rival para encontrar a Ferran que puso un pase perfecto a la cabeza de César Azpilicueta.
España había hecho lo más difícil y recuperaba a Unai para la causa. El orgullo croata, siempre máxima entrega por su sentimiento patriótico, prometió emoción. Apareció el portero vasco para sacar, con una gran parada de reflejos, el zurdazo de Josko Gvardiol. La imagen competitiva cayó en la relajación desde una acción de picardía de Pau Torres con un balón que sorprendió a todos menos a Ferran Torres. Lanzado para dejar atrás a su marcador y definir con calidad el tercero.
Todo parecía hecho si el rival no fuese Croacia. Su lucha hasta el final y la pasividad española le metieron en el partido en sus últimos compases. Gracias a Modric, que pisó área, inventó, y Mislav Orsic se estrenó porque Unai Simón la sacó ya dentro de su portería tras varios rechaces. Era el minuto 85 y el desplome inesperado de España llegó en el 92, cuando nadie encimó a Mario Pasalic para su remate plácido que forzaba la prórroga.
El encuentro ya estaba roto y podía caer para cualquier bando. Croacia venía de verse eliminada y España tembló en la faceta defensiva. Los cambios de Luis Enrique debían aparecer en un momento que exigía personalidad. El que apareció de nuevo fue Unai Simón, tras un disparo de Mislav Orsic desde la frontal arriba, con una gran parada salvadora a Andrej Kramaric cuando se mascaba la tragedia.
Debía recuperar la identidad la selección desde el balón, cada vez más repartido. Perdonaba Dani Olmo la primera en su partido más especial, ante su pasado, pero acababa siendo decisivo con dos asistencias. Con un balón medido para el gol más especial de Morata. Control de derecha y zurdazo arriba imparable. Con la pausa que le faltó en tantas ocasiones para igualar a Fernando Torres como máximo goleador en las Eurocopas.
Y en la sentencia, esta vez sí, de Oyarzabal. Ya no se rebajó una marcha y hasta pudo acabar goleando si Morata hubiese firmado su buscado doblete o el palo no hubiese evitado el sexto de Olmo. La licencia para soñar se ha recuperado.