Hay una analogía que dice: «La diferencia entre la participación y el compromiso es como el jamón y los huevos. El pollo está involucrado; el cerdo está comprometido», realmente desconozco la autoría pero me viene que ni pintiparado.
El carácter de los palentinos se describe a menudo con términos como 'seco', 'sobrio' y 'frío'. Somos reservados para mostrar nuestras emociones, y siempre al final se comenta: 'pero una vez que se abren...'. Es cierto, la desconfianza inicial es nuestra marca, necesitamos tiempo para establecer lazos verdaderos, para confirmar la confiabilidad de aquellos que nos rodean. Valoramos la entrega, el esfuerzo, y el compromiso.
Tengo un familiar que sostiene que los castellanos somos valientes porque no tenemos un lugar donde escapar. La meseta, argumenta, es ideal para divisar al enemigo de lejos, pero un desafío cuando buscas dónde esconderte. A menudo, nuestro destino ha sido esperar la batalla y luchar, incluso sabiendo que estaba perdida desde el principio. Es por ello que saber que quienes nos acompañan están dispuestos a darlo todo genera respeto, aprecio y confianza.
En los últimos 20 años, muchos jugadores y entrenadores han pasado por nuestro equipo. Hubo de todo: buenos, malos, extrovertidos, más reservados, algunos solo de paso y otros que renovaron por temporadas. Pero aquellos que verdaderamente dejaron una marca imborrable en la afición fueron los que, minuto a minuto, entregaron todo de sí mismos. Los que demostraron que cada partido era crucial, que se lanzaban al parquet por el balón en el último segundo y estando 15 puntos por debajo. Esos son los que se ganaron el respeto y la admiración de la afición a través de su compromiso y esfuerzo incansable. Tenemos la camiseta colgada en el pabellón de uno de ellos.
Los palentinos, olvidamos los errores y las malas decisiones, pero jamás perdonamos la apatía, la cobardía o la falta de ímpetu. No se trata solo de ganar o perder, sino de la lucha constante. Pueden vencernos por 30 puntos, claro está; esto es deporte, somos lo que somos, venimos de donde venimos y tenemos el presupuesto que tenemos. Por ende, el éxito no debería medirse únicamente en victorias, sino en la satisfacción de haber dejado todo en la cancha, sin reservas ni arrepentimientos.
Ese espíritu nos ha hecho disfrutar en diferentes ligas: EBA, LEB y ahora ACB. Este debe ser el legado que dejemos para el futuro del club, nuestro ADN.
El domingo, regresaré al pabellón con la nostalgia de que algunos ya no están para acompañarme y ver a 'su Palencia' en la ACB. Mi única exigencia será que el equipo entregue todo de sí, y si ganamos, perfecto, pero eso es todo. Contribuiré desde mi lugar animando, animando y animando, porque no queda otra, porque son los míos.