Pedro Sánchez podrá seguir siendo presidente del Gobierno, aunque Alberto Núñez Feijóo luchará por serlo reivindicando que ha ganado las elecciones.
Ha habido sorpresa absoluta en unas legislativas que parecían decididas a favor de Feijóo y que, sin embargo, han dado un gran vuelco. Ha sido el ganador, pero es difícil que pueda gobernar y, de no hacerlo, es probable que tenga que replantearse su futuro, en el que no es insensato pensar que el PP cambie de presidente. Se ha empeñado a fondo en la tarea de poner en marcha el PP, un partido prácticamente muerto cuando el líder gallego decidió asumir la dirección nacional, pero es indudable que Sánchez le ha ganado la batalla, a pesar de ser el peor presidente de la democracia. Bien porque España sigue respirando hacia la izquierda, bien porque en las últimas semanas Génova no ha visto el peligro de negociar con Vox, o bien por la animadversión que provoca ese partido, que se ha dejado un buen número de escaños en el camino.
Es fácil deducir que exvotantes de Ciudadanos y del PSOE finalmente no quisieron adherirse a un PP que podría gobernar con Vox, aunque también pudo haber ocurrido que acertó el PSOE y los partidos de su cuerda identificando al PP con los derechistas al negociar con Vox.
No ha sido un buen resultado para los españoles, más allá de que hay que aceptar siempre el dictamen de las urnas e, incluso, felicitar al madrileño por haber tenido más escaños de los que todo el mundo consideraba que iba a lograr.
Ahora los analistas buscarán explicaciones, pero la única verdad es que se han equivocado todos los que aseguraban que la mayoría de los españoles estaban deseando, estábamos deseando, enviar a su casa a Pedro Sánchez después del rechazo insoportable que provocaba verle gobernando con la izquierda más extremista e inconstitucional, promover iniciativas que han roto la sociedad española como la Ley de Memoria Democrática, o impulsar un puñado de leyes relacionadas con los comportamientos sociales y sexuales que tanta polémica, malestar y discrepancias han provocado.
Vox ha perdido mucho terreno, y Sumar no ha logrado tantos escaños como los que tenían en la anterior legislatura los partidos que componen la formación de Díaz.
Los independentistas catalanes han recibido un importante revés, así como el PNV en el País Vasco, donde ha sido superado por Bildu y por el PP. El PSC ha sido el gran suministrador de votos a Sánchez, con el excelente resultado que ha tenido Salvador Illa en Cataluña, y con todas esas fichas en la mesa, llega el momento de moverlas para ver qué puede ocurrir en los próximos días.
Chantaje
El inquilino de la Moncloa puede seguir siendo presidente del Gobierno, pero tendría que mantener los apoyos que ha tenido en la legislatura que ahora termina, y ahí habrá que ver qué deciden los independentistas catalanes, Junts y ERC, que llevan semanas distanciados de Sánchez al que sometían al chantaje -como siempre- de que no le apoyarían si no se comprometía a celebrar un referéndum. Los cinco escaños del PNV son también relevantes, podrían ir a PSOE como en los últimos años a pesar de que si el PP no se viera obligado a gobernar en coalición con Vox podrían apoyar a Feijóo, pero no parece que vaya a ser ese el escenario. Y habría una tercera oportunidad, un bloqueo institucional de los socios de Sánchez para provocar nuevas elecciones, aunque parece una salida menos lógica.
Y, entre todas ellas, la decisión de Feijóo de luchar por la Presidencia del Ejecutivo. Tiene todo el derecho a hacerlo, ha ganado las elecciones. Pero le faltan media docena de escaños para salvar la investidura.
Feijóo, hay que reconocerlo, ha hecho un trabajo inconmensurable para relanzar un PP moribundo tras la etapa de Casado. Lo hizo, además, con un enorme esfuerzo personal y político, abandonó su zona de confort en Galicia para cambiar de vida, instalarse en Madrid y dar todo para que el PP recuperara el Gobierno. Merecería lograrlo. Pero su adversario era duro, mucho más de lo que suponía todo el mundo y él mismo.
Incertidumbre
Dijo Feijóo tiempo atrás que dejaría la política si no ganaba las elecciones. Las ha ganado, pero no parece probable que pueda gobernar.
El mandatario socialista tiene opciones de gobernar. Muchos españoles sentimos que es un drama para España, no solo porque hemos visto cómo ha gobernado este país, el mal que ha hecho, sino también porque ahora estará más ensoberbecido a y abordará iniciativas aún más dañinas que las que acometió los últimos años.
Pero así funciona la democracia. Los ciudadanos eligen a sus gobernantes, y la mayoría de los españoles han determinado que de todos los candidatos Pedro Sánchez era el presidente que les generaba más confianza.