Las principales arterias de la capital se tiñeron en la tarde de ayer de marrón franciscano al paso de la procesión de Piedad y Reconciliación, de cuya organización se encarga, desde el año 2005, la hermandad de la Santísima Virgen de la Piedad, del Santo Cristo Señor de la Vida y de la Muerte y de San Francisco de Asís.
Con rigurosa puntualidad hizo su aparición desde el interior de la iglesia de San Agustín, en plena calle Mayor, la talla de San Francisco de Asís (viuda de Reixach, siglo XX). Esta era la imagen que encabezaba el único desfile procesional del Sábado de Pasión por las calles de la ciudad, y el segundo de los diecisiete que componen el ciclo de la extensa y rica Semana Santa palentina, que cuenta con el marchamo de fiesta de interés turístico internacional desde el 2012.
Muy poco tiempo después hizo lo propio la Santísima Virgen de la Piedad, obra de los Hermanos Martínez que data del año 2004 y que este año estaba de estreno. Y es que la escultura, de cedro rojo, se ha vaciado para aligerar su excesivo peso, que dificultaba enormemente las maniobras de manipulación y montaje.
Además, lucía mucho más bella, y no solo por los adornos florales del carro sobre el que desfiló, sino porque ha recuperado la policromía perdida a lo largo de sus veinte años de vida. Además, aprovechando esta intervención, se le instalaron los pernos para la coronación litúrgica de la imagen, que tendrá lugar el próximo mes de septiembre.
Uno de los distintivos de esta procesión es el sonido «seco y cortante» de las carracas, como acertadamente describía el periodista Fernando Caballero en su pregón del jueves. A ellas se unió la Agrupación Musical Santo Cristo del Desenclavo, desplazada desde la vecina ciudad de León.
La capilla del Santo Sepulcro, la iglesia de San Pablo, el monasterio de La Piedad, los Hermanos Ancianos Desamparados, la iglesia de SantaClara o San Francisco fueron algunos de los lugares más significativos por los que transcurrió la procesión. Y es que, si bien esta nació con carácter itinerante por los distintos barrios de la ciudad, ahora se ha transformado en un recorrido lleno de fe, fervor y respeto por los templos franciscanos de Palencia.