Mikel Garciandía

Carta del obispo

Mikel Garciandía

La Carta del obispo de Palencia


Existencializar la Eucaristía

29/09/2024

El domingo pasado escribía mi carta con el título de Eucaristizar la existencia, y hoy me dispongo a complementar lo que decía entonces. Subrayaba entonces la dinámica del agradecimiento como manera de sanar nuestra vida desde el Amor de Dios. Hoy pretendo animar a que las Misas de nuestras parroquias y comunidades, nos vinculen decididamente con lo que hemos de vivir en el día a día, el amor de Dios Padre, regalado por su Hijo Jesucristo.
No podemos cortocircuitar nuestra fe apenas salimos del templo a la calle, y reducir la celebración a una ceremonia religiosa. Un profesor mío jesuita, Michael Paul Gallagher, solía decir: «a middle Mass, in a middle Sunday, in a middle Parish, is a middle disaster». Algo así como, «una misa normal, en un domingo normal, en una parroquia normal, es un desastre normal». Y se refería a lo anodina que puede llegar a ser una celebración sin pasión, sin comunidad, sin lucha, sin propósito, sin oración, sin compromiso...
Este domingo justamente, aparece el elitismo en el mismo Evangelio, ese mal entendido celo por las cosas de Dios: «Maestro, hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre, y se lo hemos querido impedir, porque no viene con nosotros». No es de los nuestros: una manera algo habitual de pensar, pero letal para la Iglesia. «Sois nuestros hermanos» es lo que hemos de llevar en el corazón cuantos nos acercamos con frecuencia al altar.
Por supuesto, no quiero decir que nos dé igual que venga menos gente a nuestras asambleas, y que la edad media de los congregados sea cada vez más elevada. Ni digo tampoco que una Eucaristía bien vivida por poca gente no merezca la pena. Lo que deseo resaltar es que cuantos formamos parte de la asamblea eucarística, no podemos acudir a ella de modo pasivo, como consumidores de un producto religioso, que reclamamos como individuos aislados, el que no nos miremos a la cara, y que salgamos tal y como entramos. Celebrar así no nos va a transformar.
Cuántas veces hemos escuchado que la Palabra y el Pan que recibimos, esto es, el mismo Señor Jesús, nos convierten en un solo Cuerpo, que nos hacen uno en Él. Pues bien, celebrar la Eucaristía no ha de quedar en mero ritual, sino que ha de ser un acontecimiento profundamente transformador. ¿Cómo?
Consagrando el domingo como el gran Día del Resucitado que nos convoca en torno a su mesa. Dedicando un momento a Dios, a la familia, a los necesitados, a los que tenemos lejos, al descanso.
En el ámbito rural, llevando a la gente que no disponga de capacidad de desplazarse al pueblo donde hay Eucaristía, colaborando a organizar la liturgia de las zonas pastorales.
Buscando si no la tenemos, una comunidad de referencia y de pertenencia con la que caminar en la fe, y desde la que vivir los siete días de la semana haciendo el bien a los de lejos y a los de cerca.
Yendo a la celebración con el propósito de dejarnos reconciliar con Dios pidiéndole de verdad al Señor su perdón y la fuerza para perdonar a todos.
Habiendo leído y preparado las lecturas de ese domingo, para que su proclamación cale como semilla que cae en tierra profunda.
Participando de la celebración con devoción y sinceridad, y ofreciéndonos para que en la celebración no falten lectores, monaguillos, cantores, grupos que preparen en los días especiales la celebración.
Colaborando con nuestra aportación para vivir la corresponsabilidad y poder así ejercer nuestro derecho de bautizados a administrar entre todos la parroquia.
Saludando, preguntando, interesándonos por aquellos nuevos rostros a los que podemos ver un poco perdidos o aislados.
Apuntándonos a una actividad de servicio, formación, oración en la parroquia o en la comunidad a la que vamos.
Interesándonos por el programa pastoral de la parroquia, de la zona, de la diócesis. Apoyando y difundiendo las campañas a lo largo del año.
Todo esto dará un tono cada vez más comunitario a la asamblea, y hará que el ambiente sea cada vez más familiar, cálido y alegre. También cuantos presidimos las Eucaristías tenemos un papel fundamental para que nuestra manera de movernos, nuestros gestos, palabras, hagan visible a quien es el único Sacerdote y el único Pastor del pueblo santo. Hemos de orar la Palabra a lo largo de la semana, y tratar de transparentar a Jesucristo, Cabeza, Esposo, Pastor, Siervo y Amigo. Así todo el pueblo de Dios hará visible que el Reinado de Dios ya está aquí.

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