Un año de peajes y crispación

Agencias
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Las exigencias de los socios, los cinco días de reflexión del presidente, los líos judiciales y la guerra abierta con el PP marcan los primeros 12 meses del segundo Gobierno de coalición de Pedro Sánchez

Maniatado por el secesionismo, del que depende su continuidad, el líder socialista no tendrá un mandato cómodo. - Foto: Mariscal (EFE)

Tal día como hoy de hace un año, el 17 de noviembre de 2023, Pedro Sánchez prometió su cargo como presidente en su segundo Gobierno de coalición tras superar, con mucho esfuerzo y promesas a sus socios que le están pasando factura, la prueba de su investidura cuatro meses después de las elecciones generales del 23 de julio.

Si en la pasada legislatura el PSOE gobernó en alianza con Podemos, en esta ocasión fue Sumar el socio de los socialistas para iniciar un período en el que no ha existido el «ruido» del que llegó a quejarse públicamente el líder de Moncloa cuando el aliado era el partido morado.

Un punto de inflexión de estos 12 meses llegó en abril, cuando Sánchez comunicó que se tomaba unos días para reflexionar si le merecía la pena seguir o no en el cargo después de que un juez  abriera una investigación a su esposa, Begoña Gómez, por la supuesta comisión de delitos de tráfico de influencias y corrupción en los negocios tras una denuncia de Manos Limpias.

Un asunto que aún sigue ocupando portadas pese al convencimiento de Sánchez de que quedará en nada y ante el que, tras cinco días meditando, afirmó que escribía un punto y aparte y comunicó que seguiría al frente del Ejecutivo «con más fuerza si cabe», intentando plantar cara a lo que considera una «máquina del fango» alimentada por bulos y desinformación por parte de la ultraderecha y de la que hace cómplice al PP. Su respuesta fue el impulso de un Plan de Calidad Democrática al que aún le falta recorrido en los próximos meses.

Las acusaciones a su mujer, la evolución del caso Koldo que ha llevado al Tribunal Supremo a abrir una causa penal contra el exministro y ex secretario de Organización del PSOE, José Luis Ábalos, el oscuro episodio de la vicepresidenta venezolana, Delcy Rodríguez, en Barajas, o el hecho de que no haya sido posible que en 2024 hubiera nuevas cuentas del Estado, han sido argumentos esgrimidos por el líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, para pedir la dimisión del jefe del Ejecutivo.

Pero desde que decidió continuar tras el paréntesis de esos cinco días de abril, todos los mensajes de Sánchez se dirigen a que el PP pierda la esperanza, que agotará la legislatura y que está dispuesto a ser el candidato socialista para la siguiente.

Unas aseveraciones que hace desde la evidencia de que el Partido Popular no tiene apoyos suficientes para que prospere una moción de censura.

La formación de Carles Puigdemont (quien protagonizó el episodio de pisar de nuevo Barcelona y evitar su detención con una huida pocas horas después) ha dado muchos quebraderos de cabeza al Gobierno, pese a que salió adelante la amnistía  que borra los delitos del procés, un peaje exigido por el expresidente para seguir manteniendo a Sánchez en la Moncloa. 

Sus siete diputados son claves para sacar adelante iniciativas, pero también han impedido ya que algunas prosperaran. Además, la relación de Junts con el Gobierno se enrevesó después de que Salvador Illa fuera elegido presidente de la Generalitat tras un acuerdo con ERC que abrió otro frente, el de la financiación autonómica.

Asunto que propició un nuevo choque frontal con el PP, cuyos barones (también algunos socialistas como el castellano-manchego, Emiliano García Page) se niegan a un pacto fiscal propio para Cataluña que motivó un enfrentamiento más con la presidenta de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, que dio plantón a Sánchez en la ronda de reuniones con los líderes autonómicos.

Ingredientes todos ellos para un áspero primer año del actual Gobierno que ha sufrido el duro golpe de la DANA que azotó Valencia.