Editorial

El necesario cambio de modelo turístico para no morir de éxito

DP
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Las movilizaciones que se han dado este verano demuestran un malestar creado durante años

Con el mes de agosto llegando a su fin, el sector turístico empieza a hacer cuentas de cómo se ha desarrollado una campaña estival que va camino de superar otro récord de visitantes en España y eso pese a las cada vez más recurrentes protestas contra la masificación que supone la llegada de miles y miles de personas a destinos concretos que cada vez están más masificados.

Al inicio de la temporada y según iban pasando los meses, el sector calculaba un crecimiento de la actividad turística que dejaría a unos 95 millones de visitantes  llegados a nuestro país desde cualquier parte del mundo. Una tendencia que nada hace pensar que se vaya a romper en los próximos años en los que España seguirá teniendo en el sol, la playa y su cultura un atractivo innegable para el turista internacional, en un mundo cada vez más y mejor comunicado y aunque la patronal del sector aventuraba una cierta ralentización en la llegada de visitantes este año.

Y todo eso pese al riesgo, cada vez más evidente, de que esta actividad turística está llegando a puntos que pueden ser insostenible en zonas de Andalucía, como Málaga, las islas Canarias y Baleares, además de destinos como Barcelona, donde sus vecinos ya han salido a la calle para rechazar el modelo actual, en el que todo parece girar en torno al foráneo y deja a los habitantes locales al margen de la lluvia de millones de euros que genera la que es una de las grandes actividades económicas del país. Y lo hace a costa de sus recursos hídricos, de un mercado inmobiliario tensionado, con una sanidad al límite y con unos mercados laborales que apenas miran más allá de las campañas de verano. Por no hablar de la factura medioambiental que supone la llegada a esos destinos de esas miles de personas.

Las movilizaciones que se han dado este verano sacan a la luz un malestar larvado durante años y que ahora, incluso, se han extendido hacia habitantes de otras comunidades autónomas. Y la solución no es sencilla. Primero, porque la extensión de la turismofobia podría poner en peligro la gallina de los huevos de oro de la economía nacional. Urge abrir debates, activar medidas y posibilitar que los receptores de ese turismo se sientan cómodos con la llegada de visitantes. Hacer que el negocio del turismo deje de estar tan vinculado al período estival puede ser una de las soluciones, además de tratar de hacer compatible esa llegada del turista con las infraestructuras disponibles, con los recursos de las zonas y, sobre todo, hacer partícipes del impacto económico que se genera en el sector a más gente. Es una tarea compleja en la que es necesario involucrar ya a todas las partes implicadas para no morir de éxito.