Fernando Lussón

COLABORACIÓN

Fernando Lussón

Periodista


De bolos por ahí

22/09/2023

La industria editorial, como cualquier otro negocio, tiene sus estrategias de marketing para vender sus productos. En este caso,  cuando se quiere promocionar un libro, se programan una serie de entrevistas del autor en diversos medios de comunicación, y otras comparecencias en lugares públicos donde realiza la presentación de su criatura. Una vez que el libro está en la calle el autor dedicará unas semanas a recorrer España de bolo en bolo, y por ese motivo, a lo largo de los próximos días, se escucharán muchas declaraciones del exviepresidente del Gobierno, Alfonso Guerra, tras la publicación de su libro, a medio camino entre las memorias y las reflexiones políticas La rosa y las espinas, cuyo bautizo se produjo el pasado martes en el clásico Ateneo de Madrid con su exjefe, Felipe González, como padrino.

Como los autores saben, una vez que se ha presentado el libro en dos o tres sitios resulta muy difícil decir algo nuevo cada día y se busca el efecto de la acumulación y la reiteración, que en el caso de Alfonso Guerra es la crítica y el ataque al presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, ahora por la posible amnistía a los líderes del 'procés', que considera una humillación a la generación de la Transición y una condena a la democracia , un argumento que se le escuchará repetir en los próximos días, porque para los medios de comunicación no hay nada mejor que un disidente de la línea oficial para animar el debate político, aunque sea con las declaraciones de los que fueron y ya no son, pero que se consideran guardianes de unas esencias ya pasadas y superadas por los resultados de sus sucesores.

Recuérdese por ejemplo como se buscaba a la exportavoz parlamentaria del PP; Cayetana Álvarez de Toledo, para que criticara la deriva de su propio partido, o como se diseccionan palabras y gestos de Isabel Díaz Ayuso por si da pistas sobre la fortaleza o debilidad del liderazgo de Feijóo, lo mismo que hacía Esperanza Aguirre con Mariano Rajoy. Todos se consideran guardianes de las esencias, incluso en algunos casos son rehabilitados, pero la mayor parte de esos disidentes tienen detrás algún punto de rencor por haber sido desplazados por renovación generacional, pérdida de confianza, o pérdida reiterada de elecciones, o por demasiada cercanía con los adversarios políticos.

Quien mucho habla sin embargo, mucho yerra y Alfonso Guerra acaba de cometer un pecado de lesa política con un inasumible comentario machista sobre la vicepresidenta segunda del gobierno en funciones, Yolanda Díaz, que va a pesar como una losa sobre su discurso político antisanchista, que va a limitar la eficacia de sus reflexiones sobre la situación actual. Alfonso Guerra corre el riesgo de que, con su mordacidad y causticidad, se convierta en una caricatura de sí mismo.  

Alfonso Guerra situó el debate de las discrepancias con la dirección del PSOE en el terreno de la deslealtad sobre las ideas esenciales del partido, como si no hubiera pasado tiempo y las  circunstancias  desde que abandonó el Gobierno, y el PSOE no hubiera pasado por la oposición, el Gobierno, la oposición y volvieran al poder, en una añoranza de un bipartidismo que es difícil que vuelva, porque ha sido sustituido por el bibloquismo, que no da señales de menguar.