El que fuera ministro de Trabajo y Asuntos Sociales entre 1999 y 2000, bajo el Ejecutivo de José María Aznar, presentará mañana en Palencia su último libro, La venganza del campo, como cierre al ciclo De Varia Literaria organizado por la Diputación, y que ha contado con la presencia de una docena de escritores.
En su último libro, La venganza del campo, publicado en 2023, relata el malestar del sector agrícola, tal y como se está viendo en las protestas de estos días. ¿Preveía que esto iba a ocurrir?
Este ensayo lo he ido escribiendo a lo largo de los años, cuando he visto que el sector agrario iba desapareciendo de las preocupaciones de la sociedad a la vez que se le despreciaba y acusaba de ser un enemigo medioambiental. Este sector lo está pasando muy mal, no solo porque la Unión Europea lo considere un enemigo, sino porque se siente apuntado con un dedo acusador. Había un clima de cultivo inflamable, y ya ha explotado por toda Europa.
Ha mencionado la despreocupación de la sociedad hacia esta actividad. ¿A qué cree que se debe?
A partir de 1990 se produjo la globalización. Este proceso hizo que se pudieran traer productos agrarios de todas las partes del mundo, lo que provocó una caída de precios a la baja. Esta situación, sumada a los buenos años de la agricultura y al avance del sector, desembocó en que la sociedad europea disfrutara entre el 2000 y el 2020 de la alimentación más barata de su historia. Al tener unos precios tan bajos, no había preocupación por ella, y menos por los que al producían.
Se va creando esta situación de desprestigio a la que se une la entrada de unos valores medioambientales y de sostenibilidad que son irrenunciables. Si la población da mucha importancia a estas cuestiones y no a los agricultores, ¿qué tipo de leyes se van a hacer? Pues unas que ponderen mucho más al medioambiente y desprecien la producción de alimentos.
¿Qué es lo que dice el subconsciente europeo? Que el campo es para pasear y que los productos los deben producir otros. A la sociedad urbana, cuando sale al campo, le molestan los tractores, las granjas, los regadíos, etc. El campo ha empezado a vengarse en forma de tractoradas, que representan una explosión de ira.
¿Considera que la sostenibilidad medioambiental y el bienestar agrícola pueden convivir?
Si somos una sociedad sensata deben ir de la mano. No tiene sentido hacer políticas agrarias que deterioren el medioambiente ni que desemboquen en un suicido alimentario: tiene que haber un equilibrio. La materia de la decisión no solo debe comprender al factor medioambiental, sino también a la renta de los agricultores y la despensa de los ciudadanos europeos.
Teniendo en cuenta que el problema parte de las medidas impulsadas por Europa. ¿Por qué las críticas se dirigen hacia el Gobierno local?
Los agricultores tienen que presionar a Europa y lo van a hacer a través de sus estados miembros. No obstante, el sector hace muy bien en procurar que las manifestaciones no se politicen, ya que esta situación no responde a una lucha de partidos.
Parte de la sociedad acusa a las entidades intermediarias (los supermercados) de ser los responsables de la situación por el encarecimiento de los precios. ¿Cuánta razón tiene?
La concentración de la distribución hizo que se desproporcionara el poder de compra de los distribuidores frente al agricultor. Esto significa que lo han apretado hasta el límite de ruina sin piedad alguna. Dicho esto, a la distribución se le puede acusar de bajar los precios, pero no de subirlos. Estos agentes tendrán sus pecados, pero no son los responsables de su incremento. Esta situación se produce porque hemos limitado la oferta. En Europa, con tanta restricción, estamos produciendo menos que antes y lo que importamos desde fuera se está encareciendo por los aranceles de la desglobalizacion y los riesgos de la guerra.
¿Cómo augura el final de todo esto?
Si no hacemos nada, la cesta de la compra, que hace apenas tres años estaba en 150 euros y que ahora está en 250, se puede llegar a poner en 400. En cuanto suba un poco más, la alimentación volverá a ser una preocupación de la sociedad y, por tanto, de sus políticas.