Pensemos en qué es ser bueno... En muchas ocasiones, esta cualidad va asociada a la paciencia, a la cesión, a la disponibilidad para los demás, a poner el bienestar de los otros por encima del propio. Pues hasta aquí hemos llegado. Al menos, eso es lo que defiende la psicóloga Marta Martínez, que quiere resignificar el término bondad para superar su asociación con sumisión y con la idea de que «solo serás buena si complaces y te sacrificas por los demás», una creencia «muy normalizada» que lleva a la culpa y a la insatisfacción vital.
Por eso, acaba de publicar El síndrome de la chica buena (Zenith), un manual en que aconseja «dejar de complacer a todo el mundo y empezar a pensar en ti».
«Me gustaría que identifiquemos que puede haber otros tipos de bondad, y que hay cosas que podemos hacer, y en cualquier punto de nuestra vida, para salir de ahí», explica la experta, que detalla que aunque es un síndrome que también sufren los hombres, es más común en mujeres «por estar atravesadas por unos mandatos de género muy concretos».
Eso se debe a que lo asociado con lo femenino tiene que ver con la dulzura, la fragilidad, la complacencia o la corrección, mientras que lo masculino se identifica más con la fuerza, la frialdad, o con priorizarse, «porque es lo que te va a llevar al éxito».
Según Martínez, esos «constructos» son los que generan las características del síndrome de la chica buena: «Antepón las necesidades de los demás a las tuyas, reprime tu ira porque molesta, sé siempre correcta porque es la única manera en la que te vas a sentir válida y vas a ser aprobada por los demás y, por tanto, querida en tu entorno».
La culpa
«Hay una relación totalmente estrecha entre el síndrome de la chica buena y la culpa», señala la psicóloga gallega, formada en la Universidad de Santiago de Compostela.
Es la culpa que surge por no ser suficiente y cumplir con las expectativas de los demás, la culpa que sale por reprimir la ira -emoción hipernecesaria porque nos permite poner límites, protegernos, y pedir lo que necesitamos ante los demás-.
Y también es la culpa por reprimir «todo eso que sentimos que no nos hace correctas y por esa frustración de nunca llegar a lo que parece que te están exigiendo», resalta Martínez.
Para ser conscientes de lo que nos pasa, hay que entender el pasado. Es muy probable que detrás de todas esas reacciones intensas a determinadas situaciones esté el sistema límbico tratando de protegernos de alguna herida procedente de la infancia.
«Si vives una situación emocionalmente muy desagradable y muy intensa, el hipocampo -la parte del cerebro que se dedica al procesamiento emocional a través de los recuerdos que tienes- empieza a compararla en milésimas de segundo con otra similar pero anterior», relata.
Y si le parece muy amenazante, el cerebro activa inmediatamente la amígdala como una señal de emergencia. Algo que puede suceder «cuando el cerebro la identifica, por ejemplo, con una crítica que te hacía tu madre o tu padre y te hacia sentirte completamente infravalorada, poco válida o poco lista».
«Tu amígdala lo recuerda y activa toda esa reacción y cascada emocional para protegerte», recalca la profesional.
Egoísmo y cuidado
Advierte Marta Martínez del peligro de pensar que «si nos priorizamos o hablamos de nuestras necesidades, estamos siendo egoístas porque, desde el síndrome de la chica buena, lo importante es que la otra persona tenga su lugar y que te quedes en el último plano».
Ante esa situación, aconseja aprender a escucharse para entender el significado del concepto autocuidado; para saber que «tus necesidades también tienen un lugar, y eso no quiere decir que estés dejando de lado a la otra persona, ni muchísimo menos».
Al llegar al mundo laboral, las chicas buenas pueden quedarse estancadas, estar en puestos totalmente infracualificados o quedarse sin desarrollar su potencial.
«No se atreven a pedir ni a exponerse porque se les ha dicho que no pueden querer aspirar a más ni pedir lo que les corresponde porque entonces son frívolas, egoístas, o prepotentes», asegura.
Explica Martínez Novoa que la codependencia es depender de cuidar a otro y la dependencia es depender de que te cuiden. «Muchas mujeres bajo este perfil pueden estar en ambos lugares, pero es más habitual que estén en la codependencia. Necesitan sentirse válidas al cuidar al otro y salvarlo de un destino fatal. Además, suelen establecer relaciones con personas con una situación personal complicada».
Uno de los aspectos que más potencia este síndrome son las redes sociales. Insiste la profesional en que si siempre ha sido muy importante la imagen que proyectamos, y estas cuentas potencian esta validación.
«¿Qué es un me gusta sino una evaluación o una aprobación?», se pregunta la doctora, al tiempo que detalla que los likes activan mecanismos en el cerebro para que uno se enganche a ese refuerzo.
Eso nos lleva a que cada vez necesitamos mostrar más para que nos den esa aceptación. «En el momento social en que estamos, las redes tienen un papel muy importante en seguir fomentando el síndrome de la chica buena, porque queremos tener la mejor opinión de los demás», alerta.