El obispo, Mikel Garciandía, presidió en la catedral su primera eucaristía en honor a la patrona de la ciudad, la Virgen de la Calle, en su día grande, y en la homilía se refirió a que desde sus primeros contactos, hace más de dos meses, le hablaron de la importancia de este día. «Y a mí, como pastor de esta Iglesia local, me alegra, porque toda manifestación de religiosidad popular debe ser una ocasión privilegiada para celebrar, profundizar y encarnar nuestra fe cristiana y católica», afirmó.
«Las fiestas cristianas no son un mero recuerdo de hechos que quedan cada vez más atrás», señaló, y añadió que «los cristianos no tenemos simplemente un pasado. Nosotros, por la fuerza del Espíritu Santo, tenemos un origen. Y no tenemos simplemente un futuro, sino un porvenir».
Las fiestas de la Iglesia son, según manifesto el obispo en su homilia, «una actualización, son hacer presentes y vivibles los misterios de nuestra fe». «Salimos con luminarias encendidas porque gritamos al mundo que la noche termina, que ya ha comenzado la aurora de nuestra salvación, y que nuestros rostros son reflejo tenue pero real de la Luz de Dios», aseveró.
Monseñor Mikel Garciandía, que con un poema del palentino José María Fernández Nieto (Calle Mayor de María) concluyó su homilía, la abrió con un saludo especial, en la Jornada Mundial de la Vida Consagrada que también se celebraba ayer, para todos los hombres y mujeres consagrados, a quienes en este año el lema que les inspira es Aquí estoy, Señor, hágase tu voluntad. «Pido a la Virgen de la Calle que vuestra respuesta sea también abrazar radicalmente la llamada de Dios para que seáis su profecía y su poesía en medio de nuestra Iglesia y del mundo», manifestó.