Editorial

La inclusión es una herramienta a manejar entre dos o más

Alberto Abascal
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Nadie debe ser excluido, por principio, pero tiene que demostrar que de verdad quiere estar dentro del entramado social

De poco vale organizar programas inclusivos, proclamar a los cuatro vientos la buena intención de una administración pública o de una entidad sociocultural o debatir sobre la diversidad como elemento incuestionable de las sociedades actuales. De poco vale lo anterior si la etnia, el pueblo, el inmigrante a incluir no muestran idéntica determinación. Cierto es que la inclusión como herramienta de convivencia ha de partir de los órganos que gestionan y gobiernan un territorio y de la mayoría que lo puebla, como espacio de acogimiento, pero no lo es menos que quien aspira a abandonar el rango de la exclusión social y participar de la plena integración, ha de estar dispuesto a suscribir las obligaciones y deberes del lugar en el que se encuentra. Es fácil culpabilizar al sistema y a la ciudadanía -en abstracto- del rechazo, el relegamiento, incluso el odio, pero mucho más difícil reconocer los propios incumplimientos. 

 Nadie debe ser excluido, por principio, pero tiene que demostrar que de verdad quiere estar dentro y formar parte del entramado social. No vale ampararse en las costumbres y la cultura ancestral para rechazar los deberes y las imposiciones sociales. Hoy, 8 de abril, es el Día Internacional del Pueblo Gitano. Lleva siglos en España y hay que reconocer que se han ido produciendo avances en su inclusión, posiblemente mucho más lentos de lo que sería deseable, pero sin ignorar que es mucho lo que falta y que en ese camino tienen que implicarse la sociedad paya y la sociedad gitana. En Palencia también lo celebran, con la lectura de un manifiesto y el lanzamiento de pétalos de flores al río Carrión, en recuerdo del holocausto nazi, que afectó sobremanera al pueblo gitano.

En el manifiesto exigen la inclusión de su historia y su cultura en los planes educativos para ser mejor conocidos, entendidos y aceptados. Y tienen razón, en tanto en cuanto hay enormes deficiencias en la enseñanza y lagunas que deben llenarse en aras del respeto a la diversidad, pero en ningún caso esa ausencia puede justificar el absentismo escolar. Los niños tienen que cumplir la totalidad de su etapa de escolarización y buscar, entre las vías formativas existentes tras la enseñanza obligatoria, aquellas que mejor se adapten a la vocación o a las preferencias personales. Y han de persistir en el empeño porque cuanto más formados estén esos jóvenes, mayores serán sus oportunidades de inserción en el mercado laboral. No es tarea fácil, pero tampoco imposible, y de poco vale reclamar la plena inclusión si no se pone en el otro plato de la balanza la valía y las capacidades y conocimientos de la persona.

 Cierto es que hay que acabar con estereotipos y terminologías peyorativas, aunque no basta pedirlo. Debe existir la demostración fehaciente de que se han asumido bien los derechos que contempla la Constitución, pero también los deberes y las obligaciones. La inclusión es una herramienta a manejar por todas las partes implicadas.