Un líder imprescindible

Diego Izco (SPC)
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Íñigo Martínez festeja su tanto ante el Young Boys. - Foto: ENRIC FONTCUBERTA (EFE)

Si algo demostró el 4-2 encajado en Pamplona es que en el Barça de los 'niños' hacen falta adultos. No es difícil encontrar un paralelismo: imaginar una excursión de adolescentes sin monitor… y luego imaginarla con un líder carismático en el que los chavales creen. El día y la noche. De alguna manera, los 33 años de Íñigo Martínez y su carácter recio le permiten ser uno de los guías del 'baby Barça' de Flick. «Es un vestuario con muchos jóvenes, y cuando se caen alguien los tiene que levantar; él es el típico jugador que ejerce de líder en esos momentos», decía el pasado martes Jordi Cruyff tras el 5-0 sobre el Young Boys. 

El central vasco marcó su primer gol como azulgrana después de 34 partidos, y selló su noche con una asistencia (también de cabeza) a Lewandowski. Un partido redondo para reclamar los focos después de un verano complicado, en el que se vio muchas veces más fuera que dentro del club. «Hice toda la pretemporada con Flick y me transmitió confianza. Me dijo que me quedase». Y así fue. Y ante las bajas de Araújo y Christensen, Íñigo ha sido el enlace perfecto entre el fútbol que viene (jóvenes como Cubarsí o Sergi Domínguez) y el fútbol 'de verdad', donde cualquier delantero de élite de más de 27 ó 28 años devora 'niños-centrales' para desayunar.

Los defensas se relacionan con el gol de una manera «retorcida», siguiendo los postulados de Villoro, cuando decía que no hay nada más intrincado que un portero, el enemigo natural del gol, subiendo a rematar en los últimos instantes e intentando anotar uno. Los zagueros, penúltima barrera de contención, viven cada balón parado en el área contraria como una oportunidad de dar al fútbol lo que le quitan unos cuantos metros atrás. Íñigo Martínez ha sido un privilegiado en este aspecto: no es especialmente alto (1,81 metros), pero lleva años 'acertando' dónde va a caer el balón. Y cuando 'aciertas' tantas veces, la casualidad sale de la ecuación.  

Los goles

Nadie en San Sebastián (ni en Bilbao) olvida que su primer tanto en la élite, cuando apenas había pasado un mes desde su debut, llegó en un zapatazo descomunal desde su propio campo: en Anoeta y frente al Athletic. Un 2 de octubre de 2011 en el que el fútbol español descubría lo que Phillippe Montanier, técnico de la Real Sociedad, había descubierto ese verano gracias a que Julen Lopetegui no se lo llevó al Mundial sub'20: un central con una personalidad arrolladora, una tranquilidad impropia de la edad, zurda notable y juego aéreo sobresaliente en defensa y en ataque. De hecho, cuando salió de Donosti rumbo a Bilbao (enero de 2018), dejó la Real con 18 dianas en 238 partidos, superando a Kortabarria como el defensa más goleador en la historia del club.  

Las dos salidas de Íñigo han tenido un trasfondo traumático. En San Sebastián consideran que se dejó corromper el alma por el dinero del Athletic; en Bilbao, que traicionó sus 'colores naturales' por la fama efímera del Barça y por eso no quiso renovar. Él, tipo tranquilo, se mantiene al margen de las polémicas. A sus 33 años ya tiene todo vivido (y aún «mucho por vivir», como dijo en su presentación como nuevo jugador azulgrana) y esta es la temporada, debido a las lesiones de sus compañeros, para volver a sentirse fundamental, como lo ha hecho durante toda su carrera: de momento, amenaza el podio de los tres futbolistas con más victorias consecutivas en la historia de LaLiga. Busquets sumó 25, Puyol llegó a 21, Villa se quedó en 19… e Íñigo Martínez, que no jugó en Pamplona, ya suma 15.